Arterias

Eduardo Rolland
Eduardo Rolland LA BUJÍA

VIGO CIUDAD

02 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

De poco sirve que Vigo tenga un corazón de acero si sus arterias son viejas, defectuosas y quedan colapsadas. En esta situación de infarto llevamos décadas. Y el Gobierno se ríe de nosotros. Porque... ¿cómo es posible que una ciudad de trescientos mil habitantes censados tenga unos accesos tan deficientes? ¿Hasta cuándo habremos de soportar la infame autovía que viene desde Puxeiros y la autopista de pago que se adentra hasta las entrañas del centro?

Los accesos a Vigo son un desastre. La autovía a Porriño, salida natural hacia el este, soporta cada día más de sesenta mil vehículos. Sus conductores se juegan la vida en curvas inverosímiles donde han muerto cientos de personas. Para reducir la carnicería, se han limitado a colocar seis radares fijos en tramo de diez kilómetros. Y han limitado la velocidad hasta 60 kilómetros por hora, menor que la de cualquier carretera nacional de medio pelo. Para colmo, en 2015 el Ministerio de Fomento empezó unas obras que llevan muchos meses paradas. Tanto, que casi está ya borrada la señalización amarilla, contribuyendo a aumentar el caos y el peligro.

De la otra parte, el caos es parecido con la Autopista del Atlántico. No solo por la sinuosa y estrecha vía que se adentra en la ciudad, sino porque además es de pago, aunque transite por territorio urbano. Su alternativa es una estrecha carretera que lleva a Redondela siguiendo la costa.

Así estamos en la mayor ciudad de Galicia. Una urbe de 300.000 habitantes y más de medio millón en movimiento. Tenemos un problema que ya es cardiológico: por mucho que bombee el corazón, no hay arterias. Y nos tienen al borde del infarto.