El mejor salmón noruego se «pesca» en Vigo

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Oscar Vázquez

La empresaria Carolina Rivera crea la base para Europa del pata negra de los ahumados escandinavos

25 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Por nivel de terquedad, se diría que Carolina Rivera es maña. Pero es más de Vigo que las patatillas. Y su historia es como para comerse una bolsa entera con una caña mientras la cuenta. La empresaria empezó jugando a vendedora. A los 16 años se fue a Madrid para hacer ballet y a los 21 allí seguía, cursando ya comunicación audiovisual en la universidad. Por aquel entonces, la pareja de su madre era un ingeniero naval nórdico que trabajaba entre Vigo y Noruega. Cada Navidad traía unas láminas de salmón para sus mejores clientes. Y ella supo que los que lo recibían, al año siguiente le rogaban que no lo hiciese porque querían más y preferían sentirse libres de comprar más cantidad.

Carolina pensó que si el producto gustaba tanto, si le traía más, ella lo vendía y podía sacarse un dinerito que, en Madrid, no le venía nada mal. Su cartera de clientes eran sus tías y las amigas de estas. Reconoce que empezó a ser «la pesada del salmón», pero de nuevo el pez hablo por sí mismo y los pedidos iban en aumento. Navidad tras Navidad, que era cuando ella se dedicaba al comercio amateur, fue creciendo en ella una empresaria.

La joven desconocía por completo todo lo que aquello conllevaba. «Nunca tuve una pretensión profesional. Era un hobby. Yo estaba con mi ballet, que dejé porque me lesioné en el último año de carrera, y proyectando mi futuro en comunicación, haciendo prácticas en empresas», cuenta. Pero el salmón seguía rondando, entonces ya empezó a interesarse por el sector y decidió crear su marca: The Salmon Market y una web «cutre».

Al acabar la carrera de Comunicación hizo Económicas y se fue a Washington a hacer prácticas en un banco. Empezó un periplo laboral internacional: en una empresa de ingeniería en Noruega; en Repsol en Madrid; en el consulado de España en Boston, en Bogotá, en Quito, Medellín... y allí se plantó. «Quería echar raíces y volver a casa, pero elegí mal momento, con una crisis tremenda en el mercado laboral. Daba igual la experiencia. No había trabajo en ningún sitio. Solo en Madrid, pero con sueldos de miseria», recuerda.

Y entonces el salmón volvió a saltar. «Decidí apostar por él. Ya sabía que funcionaba», afirma. Poco a poco Carolina fue creando una cartera de clientes aunque seguía sin tener empresa. La Navidad antes de decidirse a crearla, le entraron más de 300 pedidos. «Ahí ya me dijeron que si estaba loca. Una empresa de un amigo nos hizo el favor para poder cubrir la demanda y desde entonces me puse en serio y fui aprendiendo a base de palos», cuenta. En su vocabulario entraron muchas expresiones nuevas: Registro sanitario, permiso de importación, despacho de aduanas... hasta que todo estuvo en regla. En medio, algún disgusto mayúsculo, como cuando el granjero que le suministraba aquel magnífico salmón dejó de hacerlo porque entró en un grupo más grande, ya no vendía a pequeños. «Estuve cuatro años rotando entre distintos productores y ya no gustaba. No era el mismo» reconoce. Carolina sabía que tenía que conseguir el del principio. Y se plantó en Noruega, quedó con el dueño de la empresa de ese deseado salmón y lo convenció. Volvió con un contrato para llevar a España el producto que los nórdicos distribuyen en Estados Unidos y Asia. «Solo les pedí una condición, que la central en Europa tenía que estar en España, Lo pasé mal y quiero crear oportunidades de empleo en mi ciudad, eso les dije». Así nació en Vigo, al fin, The Salmon Market, una marca gallega con sello noruego. un equipo joven y filosofía de colaboración con otras empresas pequeñas. ¿Y qué tiene ese salmón para que sea el pata negra de los de su especie? Pues, por ejemplo, lo que les sobra a otros, como los antibióticos o las hormonas con los que los engordan en muchas granjas. «Las marcas españolas traen pescado congelado de Noruega y aquí lo procesan y ahúman. El nuestro está ahumado y envasado en origen, No lo tocamos para salvaguardar la tradición del país, por eso llega con el sello ecológico noruego, porque no está envasado en la UE», aclara. Rivera también explica que no hay salmón salvaje noruego. «No se puede comercializar, es una especie muy protegida. El único salvaje que se puede comercializar es el de Alaska, pero el de su proveedor noruego se cría en granjas sostenibles en zonas de corrientes marinas. Ya se vende en varias tiendas pero online te lo ponen a la puerta de casa de un día para otro.

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