Casi la mitad de los ingresados superan los 65 y obligan a un cambio sanitario

Ángel Paniagua Pérez
Ángel Paniagua VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

M.MORALEJO

La cantidad de mayores hospitalizados en Vigo ha crecido once puntos en diez años

11 feb 2018 . Actualizado a las 21:00 h.

Sesenta y cuatro enfermos ocupaban las camas de la flamante residencia Almirante Vierna el día que Franco se bajó del coche. Era 15 de septiembre y el jefe del Estado de disponía a inaugurar el edificio que marcaría la historia de la sanidad de Vigo. El hospital había empezado a recibir pacientes nueve días antes. Aquella mañana de 1955, la persona de más edad era Amalia, una señora de 75 años. El siguiente del ránking tenía 61. El hospital lo poblaban los jóvenes. Así sería los primeros doce meses de vida del viejo Pirulí: 2.732 personas fueron ingresadas y solo 22 superaban los 65 años, un dato que sorprendió Xosé Armesto Faginas y lo dejó escrito en su libro sobre la historia del hospital.

El modelo sanitario de jóvenes murió con el cierre del Xeral, en septiembre del 2015. Pero ya se había ido marchitando poco a poco a lo largo de décadas, mucho antes de que abriese el Álvaro Cunqueiro. Porque la realidad que vio nacer al nuevo hospital no tiene nada que ver con la que alumbró al Xeral: en el último año, los hospitales públicos de Vigo han tenido hospitalizadas a 42.896 personas y 19.471 superaban los 65 años. Así que el viejo Xeral abrió sus puertas con un 0,8 % de ingresados que habían atravesado la frontera de la tercera edad y el tándem Cunqueiro-Meixoeiro tiene actualmente un 45,4 %. Y los mayores de 75 ya casi son el 30 %. Un día como hoy, unas 600 personas que nacieron antes de 1952 ocupan una cama del hospital.

Las condiciones han cambiado. La esperanza de vida se ha ido estirando hasta límites que a mediados del siglo pasado parecían imposibles. Pero este cambio ha pisado el acelerador en los últimos años. Hace solo una década, las personas hospitalizadas que superaban la edad de jubilación en Vigo eran el 34,4 %. Dicho de otra manera, en un suspiro de tiempo como son diez años, el peso de los pacientes mayores en los ingresos del hospital ha crecido once puntos. Son seis mil ancianos más.

«Non é tanto», contextualiza el gerente del área sanitaria. La proporción es mayor en el resto de Galica, ya que en Vigo el área maternoinfantil tiene un peso específico grande. Félix Rubial matiza que muchos pacientes más jóvenes no ingresan en los hospitales porque se tratan de forma ambulatoria y antes no se podía. El mejor ejemplo es la cirugía mayor sin ingreso, que se desarrolla en el Meixoeiro y ya es el 56 % del total. Al paciente se le opera, pero no toca la cama de hospital. Hace diez años se hospitalizaba incluso para hernias o biopsias; ahora incluso el cáncer de próstata se opera sin ingreso.

No parece que el envejecimiento vaya a menguar. El área sanitaria de Vigo tenía hace diez años 16.000 mayores menos que ahora con tarjeta sanitaria. Eran el 17 % y ya son el 21 %. Un ejército de 118.000 personas que son los principales candidatos a enfermar. Así que la cronicidad asociada a la edad es el gran reto. «Os crónicos son o 70 %, hai que actuar sen agardar a que se descompensen e de xeito ambulatorio, antes de que cheguen ao hospital», advierte el gerente. Anticiparse. Por ahí van medidas como Telea para el seguimiento a distancia de crónicos o la consulta telefónica con el médico de cabecera. La atención primaria y la hospitalización a domicilio van a ser claves. «En Galicia somos punteiros na adaptación a esta realidade», opina Rubial.

Pero cada invierno los mayores vuelven a poblar el hospital. No es solo la gripe, sino que las personas mayores con muchas enfermedades se descompensan. «Antes, a los 60 años las personas con EPOC [enfermedad pulmonar obstructiva crónica] grave fallecían. Ahora hay oxígeno a domicilio, bipap [mascarillas] y otros dispositivos, y se mantienen», explica el jefe del servicio de neumología del Chuvi, Alberto Fernández Villar. Así que se tratan enfermos con más enfermedades, esos que se llaman pluripatológicos, y que son más complejos. «Lo que falla es el componente social, no hay apoyo: no puedes mandar un paciente altamente dependiente de alta a su casa y que allí lo cuide otra persona dependiente», advierte.

El jefe del servicio de medicina interna, Manuel Crespo, hace un diagnóstico muy similar. «Non temos centros para persoas de longas estadías. Necesitamos prazas, porque os enfermos maiores son moi dependentes», dice. Los internistas están desarrollando una unidad de pacientes pluripatológicos para controlar a las personas mayores con enfermedades crónicas evitando que ingresen en el hospital. El centro de salud haría un seguimiento y, si se necesitase, el enfermo sería atendido en un hospital de día en el Meixoeiro. Ese proyecto ha nacido tímidamente. «Temos que darlle un impulso», admite Crespo. Para eso necesitan más personal.

Pero no solo la actividad médica está condicionada por la edad. También la quirúrgica. El paradigma es traumatología. «Las fracturas de cadera son casi epidémicas, todos los días entran entre dos y media docena», constata el jefe del servicio, Roberto Casal. Son personas que habitualmente superan los 80 años y necesitan operarse con urgencia. Pero no es tan sencillo como meterlos en el quirófano. «Son personas frágiles, pluripatológicas, en muchos casos con demencias y que necesitan una intervención importante», recuerda Casal.

Por eso, se ha creado en el Chuvi la unidad de ortogeriatría: una geriatra está a tiempo completo con los traumatólogos, revisando a cada paciente. «La evidencia científica dice que el 30 % de los mayores de 80 que se operan de cadera mueren antes de que pase un año desde la cirugía», explica el jefe del servicio de geriatría, José Manuel Vega. No hay necesariamente una relación de causalidad, pero ocurre. La intervención de la geriatra disminuye la mortalidad, porque hace una revisión integral del enfermo, con todos sus condicionantes.

No son los únicos mayores que pasan por el quirófano. «Hay también mucha patología degenerativa en personas de entre 60 y 80 años: artrosis de cadera, rodilla, columna y hombro», dice el jefe de traumatología. Casal calcula que la unidad de ortogeriatría consume el 25 % de los recursos de los traumatólogos, y las artrosis otro 50 %.

Y no va a menguar.

«Los mayores de 80 son los que consumen más recursos»

Mientras la población envejece a marchas forzadas, en Galicia solo los hospitales de Lugo y Vigo disponen de geriatras, los médicos especializados en los mayores. En el Meixoeiro, José Manuel Vega es el jefe del servicio.

-¿Qué hacen los geriatras?

-Una valoración integral de las enfermedades una por una y en su conjunto. No se trata solo de mejorar la supervivencia del paciente, sino también su calidad de vida. Los ancianos reclaman independencia, ser capaces de hacer las cosas de la vida diaria sin ayuda.

-Hace años que se sabe que el envejecimiento se acentúa. ¿Qué se puede hacer?

-Lo ideal sería que hubiese un geriatra en cada centro de salud... ¡sería feliz! Sin ir a eso, se podría visitar de forma periódica algún centro y hacer una reunión con los médicos y los pacientes.

-¿Cómo se evita que los enfermos ingresen en el hospital?

-Tenemos una unidad del paciente complejo. Seleccionamos a pacientes con alto riesgo de ingresar porque ya han ingresado varias veces. Nos centramos en la enfermedad cardiovascular. Hacemos revisiones periódicas, los llamamos por teléfono... pero hay momentos en que se descompensan y en vez de ir a urgencias vienen aquí, se les pone medicación intravenosa en el hospital de día y se vuelven a casa. Atendemos a cuatro cada día.

-¿Qué tipo de paciente sí tiene que ser hospitalizado?

-Suelen ser personas de más de 85 años, que ingresan por descompensaciones cardíacas o infecciones respiratorias. Tenemos 38 camas y se ocupan todo el año.

-¿Cuánto dura una consulta?

-Tenemos media hora. Pero si el paciente tiene deterioro cognitivo no es fácil hacer su historia, saber cuántos fármacos toma... Nos ayuda una neuropsicóloga.

-En el futuro el envejecimiento aumentará.

-Sí, las proyecciones para el 2050 son tremendas. La población de más de 80 es la que más recursos consume. Los hospitales se van a empezar a llenar de mayores, dependientes y sin cuidadores ocupando cama.

Ir al médico sin ir al médico

Un sistema permite que el paciente envíe sus parámetros al doctor desde casa

Á. Paniagua

Existe un consenso unánime en los hospitales y centros de salud: el modelo debe cambiar. En la jerga de la gestión sanitaria se suele expresar con perífrasis que advierten que el sistema debe ser proactivo para atender a la cronicidad y a la pluripatología de manera ambulatoria. Y eso significa que un señor de Salceda de Caselas no acabe ingresado en el Meixoeiro cinco veces al año por una insuficiencia cardíaca. El Sergas quiere evitarlo con el programa Telea.

«Nuestro primer paciente era un señor que, como trabajaba, no venía a hacerse controles», explica la jefa de servicio del centro de salud de Salceda de Caselas, Cristina Pinín. El hombre padecía de hipertensión y lo lógico sería que el equipo que lo sigue en atención primaria tuviese sus datos al menos una vez por semana. Pero el trabajo no se lo ponía fácil porque, como dice la doctora Pinín, «hay vida más allá de los médicos, los pacientes no están todo el día pensando en nosotros». El resultado era que iba poco al médico.

Ahora tampoco va, pero el médico sí que lo controla. Con Telea, el doctor le especifica qué parámetros debe medir en su propia casa y cada cuánto tiempo. Son cuestiones sencillas: la presión arterial, la frecuencia cardíaca, el índice de masa corporal... Depende de la dolencia. Una vez que los obtiene, accede en su ordenador, introduce los datos en una aplicación informática y automáticamente se vuelcan a la historia clínica electrónica. A la enfermera del centro de salud le salen unas alertas con códigos de colores: si es gris los valores son normales, si es amarillo hay una descompensación ligera y si es roja se le da una cita.

Esa es la filosofía de Telea: que sea el propio paciente -o una persona de confianza, un cuidador o familiar- el que transmita sus datos a la historia clínica a la que puede acceder su médico de cabecera para controlarlo, pero también cualquier especialista, el personal de urgencias o el 061.

Las posibilidades son ilimitadas. Tienen como soporte el Ianus, el programa de la historia clínica electrónica gallego, pionero en España. «No hay ningún sistema sanitario que yo conozca que tenga un sistema como Telea», asegura el director asistencial del área sanitaria de Vigo, Julio García Comesaña, que empezó a trabajar en Telea hace unos años, cuando era directivo en los Servicios Centrales del Sergas. Detrás hay una compleja arquitectura que garantiza la seguridad de los datos. «Funciona como algunos sistemas de banca por Internet: se introduce una contraseña y el sistema te envía una clave temporal al móvil». Solo después accede.

Pero para Comesaña la clave no es solo que el paciente amplíe su propia historia clínica. La potencia del programa, dice, está en que el sistema sanitario se compromete con el ciudadano a revisar los datos y a atenderlo.

El sistema se ha probado en dos centros de salud de cada área de Galicia. En Vigo, son Salceda y Salvaterra, con ocho pacientes en seguimiento. Esta semana se presentó a los jefes de servicio y en las próximas semanas se implantará en más ambulatorios. El Sergas quiere tenerlo desplegado el próximo año en toda Galicia.

Para el centro de salud es como un paciente que llega a una consulta normal. «Los pacientes están en agenda», ratifica Cristina Pinín. Simplemente, no tienen que desplazarse hasta el ambulatorio. «No pasa nada por no ver al paciente, porque esto no sustituye al control clínico presencial», explica la médica. Las revisiones se siguen haciendo, pero se ahorran visitas al centro para tomarse la tensión o para llevar el papel con las anotaciones de la glucemia. De momento, se está aplicando en insuficiencia cardíaca, hipertensión, diabetes tipo 2, EPOC y control de la presión arterial. Pronto llegará a niños con diabetes. Todo paciente crónico es susceptible de acabar en teleseguimiento.