Las «pistas falsas» alimentan la reapertura del caso de Déborah

E. V. Pita VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

cedida por la familia

El cadáver de la joven fue hallado en el 2002 en una «puesta en escena» manipulada

29 ene 2018 . Actualizado a las 22:58 h.

La investigación de la desaparición de la joven viguesa Déborah Fernández-Cervera el 30 de abril del 2002 se cerró en el 2010 sin esclarecer las circunstancias de su muerte ni descubrir a la persona que la acompañó o devolvió su cadáver. La familia de la fallecida ve motivos para reabrir el sumario cinco años después y evitar que el delito prescriba en el 2022. Al revisar el sumario, ha cobrado fuerza una teoría que en su día dio un giro de 180 grados al caso antes de archivarse. Los policías expertos de Homicidios de Madrid concluyeron que la persona que depositó el cadáver en una cuneta de O Rosal quiso desviar la atención y montó una «puesta en escena» manipulada. Sembró el cuerpo de «pistas falsas» para borrar su rastro, exculparse y confundir los hechos.

La policía llegó a un callejón sin salida con esa teoría de la escenificación y, ante la falta de indicios, la jueza archivó el caso por muerte sin esclarecer. Ahora el extraño escenario en el que apareció el cuerpo podría ser el punto de arranque para alimentar la reapertura de la investigación.

La joven salió a correr por Samil y estuvo diez días desaparecida. Su cadáver apareció desnudo, lavado, conservado y posado en una cuneta de O Rosal. Lo cubrieron con hojas, detalle que delata un lapsus en señal de respeto. La autopsia atribuyó el fallecimiento a una muerte súbita o un sofocamiento. Unas marcas en boca y cuello podrían delatar una asfixia con un objeto blando.

La nueva teoría de la puesta en escena sostiene que el implicado quiso desviar la atención y hacer creer que Déborah murió a manos de un agresor sexual desconocido en un paraje rural. Pero nada encaja: la víctima no tenía señales de violencia ni lucha y la persona que dejó reposado el cuerpo fue respetuoso, como si la conociese. Eso desvela que al transportista del cadáver le traicionó el subconsciente. Quizás le ayudó otro involucrado con mente fría que conservó el cuerpo 8 días e ideó la puesta en escena.

Otro detalle sorprendente es que las muestras biológicas halladas en el cadáver fueron colocadas postmorten tres días antes del hallazgo. Algunas células seguían vivas pero el ADN no pudo ser identificado. Y no hay constancia de que haya saltado ninguna alerta en la base de datos genéticos de la policía. La explicación es que alguien recogió muestras de un varón anónimo, sin antecedentes penales y ajeno al caso y las situó en la escena.

Para Rosa Fernández, la hermana de Déborah, dicha escenografía evidencia un asesinato, ya que en caso de accidente o muerte natural, el acompañante de la joven habría llamado a la ambulancia. Si se tomó tantas molestias en borrar su rastro es porque «algo oculta». La familia revisa estos días el sumario para buscar contradicciones en los testimonios que justifiquen la petición al Juzgado Número 2 de Tui de reabrir el caso. Y quieren que la policía despeje si Enrique Abuín, el Chicle, asaltó a Déborah porque ella encaja con su perfil de víctima, como Diana Quer.

Desaparición en Samil y muerte sin aclarar

Déborah Fernández-Cervera, de 22 años, finalizaba Diseño Gráfico mientras vivía en su casa familiar en Alcabre. Desapareció la víspera del festivo 1 de mayo. Un mes antes acudió como público a un programa televisivo, emitido a las dos semanas. No comentó que conociese a nadie nuevo esos días aunque un detalle llamó la atención a la familia.

A mayores, la joven y su hermana, Rosa, tuvieron la noche previa una conversación privada «bastante interesante» y «de ahí se sacan vías de investigación». Al día siguiente, 30 de abril, fue a la escuela, a la peluquería y a la tarde salió a correr o caminar como siempre por Samil pero sin teléfono. De vuelta, paró a charlar con un familiar. Quería coger una película en el videoclub al que no fue. El último que la vio fue un vecino de confianza de 35 años que la reconoció cuando andaba sola por una recta, pasada la curva del antiguo matadero, el Museo del Mar, a 400 metros de casa. «Hacía buen tiempo, es una zona muy transitada pero nadie vio nada, allí puedes orillar un coche. Pasó a esa hora a propósito para tropezarse con alguien y así fue. Ella se subió voluntariamente. Nunca volvió. A mi hermana la asesinaron, no se defendió», dice Rosa. Quizás la sedaron porque no hubo lucha.

Tras el caso Diana Quer, Rosa Fernández recurrió a SOS Desaparecidos para reabrir la investigación. «Alguien tiene muchos intereses en que no se le apunte con el dedo. A mi hermana no me la van a devolver pero que encierren al que robó su vida, que lo pague», insiste. «Nos llama la atención un detalle y lo vamos a presentar judicialmente, espero tener más de un as bajo la manga, al releer el sumario vi que faltan muchos datos, quedan cosas por despejar, hay mentiras y contradicciones en las testificaciones que pediremos aclarar, es la baza para darle luz al caso», añade.