Ramón Conde: «Los Rederos se hizo para su ubicación actual, no se me ocurre otra en Vigo»

Javier Romero Doniz
JAVIER ROMERO VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

PACO RODRÍGUEZ

El escultor asegura que envío una carta al Concello hace cinco meses preguntando por el traslado y no ha recibido respuesta

26 ene 2018 . Actualizado a las 16:41 h.

Ramón Conde (Ourense, 1951) supo ayer que su obra más emblemática en Vigo, el Monumento ao traballo, cambiará de ubicación. Lo hizo a través de la información publicada por La Voz y no esconde su perplejidad. Reconoce que, hace cinco meses, le comentaron la posibilidad de que la escultura, también conocida como Los Rederos, podía ser trasladada, por lo que envió una carta al gobierno local para saber si se trataba de un rumor o era una decisión oficial. Conde asegura que no ha recibido respuesta desde entonces, reitera su sorpresa y evidencia malestar por no haber contado con él, al menos, hasta ahora.

-¿Cómo valora el traslado de la obra Los Rederos?

-Una pasada, la verdad. Me parecería más correcto haber tenido una deferencia y que me informaran directamente, no tener que enterarme por la prensa.

-De su tono de voz se percibe que está bastante perplejo...

-La verdad es que sí, lo más normal es que me hubiesen avisado. De hecho, hace cinco meses tuve noticias de que algo iba a pasar. Envié una carta al Concello, dirigida al gobierno local, para solicitar información sobre esto y nadie me contestó.

-¿Qué características, dada la dimensión de la obra, tendría que tener el nuevo emplazamiento?

-Los Rederos se hizo pensando en su ubicación actual, la verdad es que no se me ocurre otra en Vigo. La verdad es que no sé decir otros espacios que reúnan las mismas condiciones, ya que la obra se diseñó e hizo atendiendo a las características de su emplazamiento actual en la Gran Vía, que por sí solo ya condiciona bastante la puesta en escena del monumento.

-Parece evidente que tendría que ser, al menos, un espacio abierto, ¿no?

-Eso seguro, pero también tendría que ser un lugar emblemático de la ciudad, igual que el actual para que siga cumpliendo las funciones y el simbolismo que la obra fue ganando en estos años convirtiéndose en un escaparate de la ciudad con un mensaje muy concreto. Todo eso sería una pena perderlo ahora.

-Y la fuente, ¿considera que es necesaria o prescindible?

-No es imprescindible. El que veamos agua en el montaje corrobora la filosofía del trabajo y la sensación de que se está sacando la red del agua. Pero bueno, habrá que verlo con calma.

-¿Cómo fue el encargo que le hizo en 1991 el entonces alcalde, Manoel Soto?

-Soto trabajaba en aquel momento para instalar en puntos representativos de la ciudad obras de arte configurando un eje creativo. Yo recibí el encargo para ubicar la obra en la Gran Vía, por eso la obra está ligada al lugar y viceversa. Una cosa no se entiende sin la otra. Al hacer algo pensando en un sitio concreto, de buenas a primeras, resulta difícil imaginarla en otro lugar, pero bueno. A ver qué proponen.

-Y el encargo de Manoel Soto, ¿tenía una temática concreta?

-Efectivamente, tenía que ser un monumento dedicado a la pesca y a todo lo relacionado con este trabajo. Vigo es una ciudad pesquera con una industria muy implantada en la ciudad por tradición, y se trataba de jugar con eso. Se me ocurrió que la mejor idea sería retratar un momento de esfuerzo, pero no quería circunscribirlo a una época ni fuera un monumento localista. De ahí surgió la idea de hacer la gran parte de los personajes desnudos. También pretendía que no fuera simplemente la narración de una anécdota, y sí que tuviera un cierto corte existencialista en el sentido de que son una serie de personajes que, por un lado, forman equipo, pero por otro lado había que dejar claro que cada uno tira de su red. No es un ejército con un solo movimiento coordinado al 100 %, cada uno tiene su propio drama, su propia actitud.

-Los Rederos pesa cuatro toneladas y tiene unas dimensiones grandes, ¿la hizo en su taller?

-Sí, sí. En aquella época tenía un estudio en Arteixo y la obra se hizo allí, después la fundí en Madrid y luego se trasladó por piezas. El montaje se hizo directamente sobre la estructura actual, que ya estaba lista para completar el trabajo.

-El hecho de que las figuras humanas que se representan estén sobre una base con pendiente, ¿condicionaría el nuevo emplazamiento?

-No creo, la intención era representar la sensación de esfuerzo subiendo la red desde una playa, pero sobre todo subrayar la faceta del esfuerzo. Por eso los personajes tienen esa inclinación. Pero es que la Gran Vía, por su pendiente, acentúa más la intención.

-Y el traslado, ¿cómo considera que debe ejecutarse?

-¡Uf! No creo que sea nada fácil. Las figuras se soldaron sobre el emplazamiento, como decía antes, y probablemente lo mejor sea llevar todo en una sola pieza. La otra opción sería desmontar todo y llevarlo por piezas para volver a montar todo en la ubicación que se decida, pero eso sería mucho más complicado.

-Coincidiendo con la inauguración de la obra, en marzo de 1991, se dijo que el gasto se elevó a 50 millones de pesetas (300.000 euros). ¿La inversión respondía solo a la obra o también al montaje?

-No lo recuerdo exactamente, pero solo la fundición fueron 20 millones de pesetas. En un principio, al decirme que debajo iba a hacerse un aparcamiento subterráneo, la idea era hacer el monumento en otro material. Luego se decidió cambiar y apostar por un fundido en bronce. Por suerte todo salió bien.

-¿Qué siente cada vez que ve en persona Los Rederos?

-La sensación es cambiante. A veces pienso que hubiera hecho de otra forma algunas cosas, y en otras ocasionas la veo redonda.