El año empieza con chocolate con churros

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

XOAN CARLOS GIL

Isabel Guerra apostó por Vigo para montar su primer negocio, aprendiendo de la anterior propietaria

06 ene 2018 . Actualizado a las 18:05 h.

A Vigo le pasa algo con los churros. Por motivos a investigar, en los últimos tiempos han empezado a escasear los establecimientos donde degustar este producto tan peculiarmente español. Pero clásicos locales al borde de la quiebra y compañías centenarias con presencia en todo el país que cierran, no arredran a nuevos emprendedores que llegan a un mercado, por otra parte, necesitado de una oferta que se cuenta con los dedos de una mano. Así lo siente Isabel Guerra, una pontevedresa de 26 que hace tres decidió poner en marcha su primera empresa, al principio con un socio que salió rana pero no consiguió doblegar su voluntad de salir adelante con un proyecto que, aunque surgió de una oportunidad, se ha tomado con enorme energía.

Isabel estaba estudiando panadería en su ciudad y al terminar consiguió trabajo en una de las más reputadas de Pontevedra. Pensaba montar un obrador de cupcakes por Internet con una amiga, pero se cruzó por el camino la ocasión de hacerse con el traspaso en Vigo de una churrería con clientela asentada, en una zona con mucho movimiento, en el número 110 de la calle San Roque, a unos pasos de las escaleras de Urzaiz pegadas al colegio Mariano.

El negocio llevaba más de 20 años funcionando. Se llamaba Churrería Carmen, como su fundadora, que trabajaba junto a otro churrero llamado Cándido. Lo dejó en sus manos de su hijo al jubilarse, pero el heredero abandonó y llegó ella. La joven no le ha cambiado el nombre porque le gusta y porque de paso, le hace un homenaje a su bisabuela, llamada Carmen también. «Cuando me decidí estuve un mes entero viniendo a la churrería, para aprender al lado de la dueña y para añadir conocimientos de hostelería que como panadera no tenía, desde servir mesas a hacer cafés y chocolates, freír patatas o hacer la masa para los churros», cuenta. «Y en eso estamos, luchando por hacerlo bien», comenta Isabel, que trabaja junto a dos personas más «y todos sabemos hacer de todo porque si no, no funciona», asegura.

Isabel ha mantenido el chocolate espeso, el tradicional, pero ha añadido variantes para ampliar el espectro de su clientela, por eso hacen también especialidades que vienen ya preparadas, de chocolate blanco o avellana, caramelo, café o frutos silvestres, además de batidos. El chocolate se puede tomar allí o lo ponen para llevar en vasos de porexpan, que, recuerda, «no se pueden recalentar». O lo sirven a domicilio por un pedido mínimo de 10 euros. A pesar de su corta experiencia, Isabel Guerra puede afirmar sin temor a equivocarse que el secreto de unos buenos churros «está en el aceite que utilices y lo limpio que lo mantengas. Si tienes un muy usado y requemado, el churro se vuelve asqueroso y pesado», afirma. Por eso en su local lo filtran cada semana y cada día le añaden diez litros nuevos, «porque además, se gasta y para que quede crujiente y sabroso el nivel de aceite debe ser alto», explica. Isabel tampoco cambió la materia prima que usaba Carmen por una razón de peso. «Si funcionaba bien, ¿para qué cambiar un producto de confianza por abaratar costes si los clientes están contentos y los churros están buenos?», se pregunta. En la churrería elaboran constantemente la masa que hacen con harina, agua y sal, que van reponiendo según se van friendo. «Es un producto muy sencillo», resume.

En su proyecto, Isabel sí ha añadido algunas novedades. Por ejemplo, los chocolates y los batidos son aptos para celíacos y de hecho, también tienen en cuenta otro tipo de intolerancias. No puede decir lo mismo de los churros, que sí se pueden hacer sin gluten, pero teniendo un obrador independiente, del que no dispone. El local, como todas las chocolaterías y churrerías del país, afronta la jornada más larga del año. Será la tercera desde que Isabel Guerra está al mando. Después de recibir la llegada del nuevo año, los profesionales se disponen a elaborar la masa y calentar el aceite. «Desde las 2 de la madrugada estaremos aquí, al pie del cañón. Es una noche complicada porque se juntan los pedidos que tenemos para bares y hoteles, los clientes que vienen fresquitos de la cama y los que llegan de retirada», afirma. La profesional recuerda que el año estuvieron hasta las 12.30 de la mañana. Este año la meta está en las 13.30 horas.

Me gusta

Los primeros churros que hice, los helados y la lasaña.

No me gusta

Las alcachofas. Son lo peor.