Félix Rubial recuerda el tenso ambiente en el que se abrió el centro de Beade, pero asegura que está transformando la sanidad incluso más de lo esperado

Ángel Paniagua
Periodista especializado en sanidad. Subdelegado de La Voz de Galicia en Vigo.

Después de las fotos de rigor y de un vídeo que se publica en la web del periódico, Félix Rubial se para con algún trabajador del Hospital Álvaro Cunqueiro para mostrarle la portada que La Voz de Galicia publicó el 30 de junio del 2015, el día siguiente a la apertura del centro sanitario. Es una conversación cordial, relajada, amable -«¿Recordades...?»-. Es una charla normal. «Cando empezamos, isto tería sido imposible», confiesa el gerente del área sanitaria, entre satisfecho y aliviado, a lo largo del interminable pasillo principal del hospital, mientras se cruza con pacientes, familiares y trabajadores.

Ninguno le reprocha nada. Y eso habría sido imposible en el caluroso verano del 2015, cuando el enrarecido clima en el que se abrieron las puertas del Álvaro Cunqueiro tornó en abierta hostilidad e hipervigilancia a todo lo que sucedía en Beade. «Asentou certo caos, derivado dun movemento en contra do hospital. O entorno era moi hostil, froito do proceso de precampaña electoral. Isto converteuse nun foco de atención para oportunistas e para facer demagoxia que condicionou a opinión dos de dentro e dos de fóra», diagnostica el gerente.

Sea un análisis más certero o menos, lo que es incuestionable es que el 3 de septiembre del 2015, en pleno proceso de puesta en marcha, más de cien mil personas se manifestaron contra el hospital; al año siguiente la convocatoria apenas reunió a representantes de partidos políticos; y dos años después, ni se convocó protesta.

La historia parecía apuntar más a que la apertura del hospital de Beade debería haber sido un momento festivo. El origen formal del nuevo hospital de Vigo se encuentra en el informe Revisan 2000, solicitado por el Concello de Vigo a la Plataforma en Defensa de la Sanidad Pública. En febrero del 2001 La Voz desvelaba que ese documento planteaba construir un nuevo centro sanitario con investigación y docencia. El 29 de junio del 2015, es decir, catorce años después, abrió sus puertas aquel hospital. Por eso la portada de La Voz de Galicia abrió con un titular que decía «Vigo estrena al fin el nuevo hospital». Como se suele decir por aquí, sen tempo non era.

M.MORALEJO

Ese 29 de junio los profesionales de nefrología y de la unidad del dolor atendieron a 59 personas en el hospital que se bautizó con el nombre del escritor Álvaro Cunqueiro a propuesta del hoy presidente del Parlamento gallego, Miguel Santalices. El primer paciente fue el tudense Orestes González, de 73 años. A las pocas horas ya hubo una protesta sindical. Los representantes de los trabajadores se movilizaban contra el modelo de hospital, construido por una empresa que gestiona la parte no clínica durante veinte años. El párking de pago ya empezaba a doler en esos días fundacionales, pero nadie pensaba que se estaba gestando una auténtica crisis.

Y vaya si la hubo. Tanto, que el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijoo, acabaría cesando a la conselleira de Sanidade, Rocío Mosquera, poco después y achacando su despido a Vigo. Pero volvamos al verano del 2015. Félix Rubial había sido directivo de la cúpula del Sergas hasta abril y había aterrizado en Vigo para abrir el hospital y lanzarlo. Asegura que vivió todo ese proceso con cierta frialdad. Incluso esa parte más incómoda desde el punto de vista personal que ahora sí puede hacer y antes no, como es pararse a charlar con normalidad con un grupo de trabajadores cualesquiera. «O tempo demostrou que tiñamos razón cando diciamos o que diciamos ante os desaxustes iniciais: que facía falta, precisamente, tempo».

Oscar Vazquez

Entendiendo las críticas, dice que hace dos años y medio estaba convencido de que estaba viviendo un momento histórico, la transformación definitiva del área sanitaria. No era solo abrir el Álvaro Cunqueiro, era mucho más: especializar los hospitales -con el Meixoeiro como centro de radioterapia, cirugía de corta estancia y hospitalización de mayores; y el Nicolás Peña reservado a psiquiatría-, acabar con la fragmentación en áreas dentro de Vigo -ya no hay población asignada al Meixoeiro y población adscrita al Xeral- y mejorar la atención primaria -la unificación de los PAC y la creación de un centro de salud más grande en el viejo Xeral-

Todo aquello quedó atrás. Ya han pasado por el hospital más de dos millones de pacientes más sus acompañantes. «Ao principio moita xente viña con medo; pero á maioría vailles ben». Así que Félix Rubial asegura que ha merecido la pena. «Os resultados están á vista. Nós mesmos estamos sorprendidos».