3.400 litros de agua al día por vigués

Antón lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO CIUDAD

Oscar Vazquez

El trasvase de Oitavén es indefendible desde el punto de vista ecológico

05 nov 2017 . Actualizado a las 14:21 h.

Las lluvias de estos días alivian, pero no resuelven el problema de la sequía. Por eso queremos actualizar el cálculo de la cantidad de agua que utilizamos diariamente y explicar por qué nunca nos salen las cuentas. No cuadran porque no incluimos el consumo oculto.

Pongamos a Vigo y al señor Peláez, ilustre vecino de la ciudad, como ejemplos del caso. Según el instituto de estadística, nuestro amigo consume 130 litros de agua al día, unos 390 litros por familia (para la suministradora Aqualia su consumo es mucho más: 500 litros diarios). El cálculo tradicional nos indica esa cifra, con un margen de error dependiendo de las costumbres de cada cual, pero no es cierta. En realidad, es un poquito más. Nuestro vecino el señor Peláez consume unos 3.400 litros de agua al día. La explicación es que, además de beber, lavar y lavarnos e ir al baño también nos alimentamos.

Al establecer indicadores de consumo de agua solo nos fijamos en una parte, que podríamos denominar agua azul, que viene siendo la que sale del grifo y se embalsa en Eiras, a donde llega desde el río Oitavén. Para que nuestro cálculo de consumo sea real les invitamos a que añadan otro indicador: el agua verde. Este concepto lo manejan los ecólogos y se traduce en la cantidad de agua necesaria para producir los alimentos que consumimos. Algún ejemplo concreto nos ayudará a entenderlo. El amigo Peláez se va a hacer la compra. Los tomates tienen buena pinta: uno solo necesita 6 litros de agua para completar el ciclo que termina en nuestra cesta de la compra. Patatas: una precisa 15 litros. Una manzana, 40. Si se nos ocurriese tomarnos un filete, la cosa se dispara desde los 2 litros por kilo de pollo a los 7 litros por kilo de la carne de ternera. Y si añadimos piensos para alimento del ganado, multipliquen por diez.

Si añaden el agua virtual que se necesita para su transporte y distribución, llegamos a la cifra final, los 3.400 litros de agua que consume un ciudadano vigués cada día. Consumimos por tanto más de la que imaginamos porque la mayoría no sale del grifo.

Cualquier política sensata partiría de esa base e, independientemente de que llueva o no, el agua siempre debería considerarse un tesoro. La misma agua que hace millones de años bebió un tiranosaurio en una charca local es la misma que utilizamos hoy.

Un tesoro, especialmente si tenemos en cuenta que solamente el 3 % del agua del planeta es agua dulce y de ella solo el 1 % es accesible para el uso humano (el resto está congelada). Solamente el 0´007 % del agua que existe en todo el planeta es apta para beber.

En contra de dicha sensatez, en Vigo esperamos al último momento para tomar medidas cicateras de ahorro de agua. Con media Galicia en prealerta por sequía se inauguran fuentes ornamentales, se instalan toboganes acuáticos y fiestas del agua, se sigue baldeando, se mantiene una tarifa que (según la Organización de Consumidores) es la que más fomenta el derroche de agua en todo el Estado. Pero, en cuanto la cosa pinta mal, retomamos la idea del azud.

Hoy terminamos con un poco de etimología. azud, palabra de origen árabe, significa literalmente barrera. Aplicando el término, un azud consiste en instalar una barrera artificial en un río. El trasvase desde el Oitavén a Eiras, además de una inmoralidad mientras Vigo sigue derrochando agua, es ecológicamente indefendible. El caudal ecológico mínimo, es decir, la cantidad de agua que el río necesita para mantener vivo su ecosistema, se cifra en el 10 % de su caudal medio histórico, pero esta regla general está sujeta a las características específicas de cada cuenca.

Caudal medio

Cada río es único y establecer cuál es su caudal ecológico mínimo de supervivencia se debe planificar caso por caso. Para empezar tenemos que corregir, tristemente a la baja, lo que consideramos el caudal medio histórico. Con base en esa corrección que nos impone la realidad climática, ya no podemos considerar que 150 litros por segundo sea el caudal ecológico del río Oitavén. Sus características geomorfológicos (encajado en buena parte en un cañón fluvial) e hidrobiológicas (con una fauna asociada especialmente dependiente de remontes y demanda biológica de oxígeno), nos dejan sin margen de maniobra.

Ante una emergencia extrema, se debe garantizar el agua para el consumo humano. Pero si algún día llega esa emergencia extrema, que no sea porque seguimos derrochando el agua y, para seguir haciéndolo, pretendamos matar uno de los pocos ríos vivos que nos quedan en nuestro entorno.

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