Hasta el incendio que viene

Antón lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO CIUDAD

Oscar Vázquez

Los fuegos que han vuelto a asolar Galicia son un problema cultural que solo se explica por la multicausalidad

22 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La única diferencia es que, esta vez, en Vigo los vimos más cerca. Nada más. Fiscalía y Seprona realizaron en el 2006 (1.970 incendios en catorce días) el más exhaustivo estudio de la causalidad de los incendios. Ese informe sigue abierto y sigue siendo ignorando por las Administraciones. De existir una trama organizada incendiaria sería la más eficiente estructura criminal conocida. Llevamos 40 años sin encontrar una sola prueba de tal organización pero cíclicamente surgen explosiones de muchos incendios concentrados en poco tiempo que se suman a la actividad incendiaria «normal» de cada año. Un año bueno solo sufrimos en Galicia 4.000 incendios. Sabemos cuándo va a suceder, solo tienen que darse condiciones conocidas de baja humedad, altas temperaturas y fuerte viento, y eso se puede prever.

Cuando los meteorólogos nos decían días antes que la cola del huracán traería una calima de 30 grados, sumada a la alerta de sequía, con vientos de 90 kilómetros nos estaban anunciando los incendios del fin de semana. Solo necesitábamos saber dónde se producirían, y eso también lo sabíamos. Si prácticamente la mitad de los incendios de Galicia se producen en unas docenas de concellos no era complicado deducir que se repetiría el mismo efecto en los mismos sitios.

Todo sería perfecto si además supiéramos quién le planta fuego al monte, cosa que también sabemos. Ante un incendio provocado, deliberadamente o por negligencia, su autor en un 75 % de los casos es un vecino del lugar que vive a menos de diez kilómetros del punto que empieza a arder. ¿Y qué arde? En realidad, todo. Arden, mucho, las plantaciones de eucalipto y donde no hay un solo eucalipto. Arden pinos y carballos. Sabemos, no obstante, que las formaciones boscosas autóctonas soportan mejor el fuego que sus primos australianos que lo propagan. El abandono de antiguas zonas de pasto o de cultivo, sensatamente pegadas a las casas, para convertirlas en plantaciones de especies pirófitas significó no solo destinar el mejor suelo a la peor madera, sino literalmente invitar al incendio a entrar en casa.

Siempre madera por medio, lo que nos llevaría a recuperar el mito: los incendios se producen para especular con el precio de la madera. Es razonable que pueda ser así en muchas zonas, pero ¿y en las zonas incendiadas en las que no existía un solo árbol? Quemar deliberadamente esos lugares tiene que obedecer a una motivación diferente. ¿Quizás la recalificación del suelo? Posible en zonas susceptibles de tener interés urbanístico, pero ¿quién en su sano juicio sería promotor de una urbanización en lo alto da Serra do Suido, por ejemplo, prácticamente incomunicada y donde las condiciones de vida son extremas en verano e invierno? Luego si espacios así arden, tiene que existir otro interés. ¿Podría tratarse de oscuros intereses ganaderos para «preparar el terreno» por la vía del fuego para renovar pastizales de montaña? Parece razonable siempre y cuando sean zonas ganaderas. ¿Y cuando arden las que no han visto pastar una vaca o un caballo en décadas? Probemos los intereses cinegéticos. ¿Y donde no se caza? Sin duda rivalidades entre comunidades de montes. ¿Y donde las comunidades se llevan muy bien? Sin duda un vecino negligente quemando maleza al que el fuego se le escapa, y si no es suficiente nos queda el brigadista corrupto, el pirómano loco multirreincidente… ¿Vamos entendiendo cómo es posible que cada verano, y ahora primavera y otoño, sigamos sufriendo miles de incendios? Solo la multicausalidad lo explica.

El problema de fondo, nos dicen, es que el monte está «sucio», es decir, que el sotobosque, el matorral y las plantas son basura. Su valor ecológico vital resulta irrelevante. Es evidente que hace falta mucha gasolina para conseguir quemar una Galicia convertida en un campo de golf. Todo nos lleva a una conclusión: el monte arde porque le plantan. Es una obviedad, pero también una simplificación.

Gobierno y oposición

El segundo incendio de cada temporada es el de las declaraciones. Para el gobierno la responsabilidad es clara: la culpa es de los incendiarios. Para la oposición la respuesta es igualmente nítida: la culpa es de la Xunta. ¿Alguna vez se pararon a pensar que lo peor es que ambos tienen razón? Los incendios son el efecto y la causa es el abandono del rural, la falta de ordenación del territorio, las tierras abandonadas, las políticas entre erráticas y fundamentalmente productivistas del monte ignorando su multifuncionalidad y siempre diseñadas al margen de sus gestores naturales la improvisación y la falta de prevención, la falta de empleo estable en el sector, contratado o despedido a salto de mata cuando la naturaleza contradice el calendario del responsable de turno.

Es un problema cultural y de educación ambiental que cuesta vidas, humanas y de todas las demás Hoy nos sentimos parte de la naturaleza, porque arde. En unos días volveremos a ignorarla hasta el incendio que viene.

chequeo al medio ambiente los montes que arden