«La niebla era humo»: los niños gestionan su miedo en el colegio

Sara Carreira Piñeiro
sara carreira VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

M. Moralejo

El Celso Emilio Ferreiro de Vigo ayuda a los menores a verbalizar qué sintieron el pasado domingo

19 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El pasado domingo, Ruth venía de la aldea hacia su casa de Vigo junto a sus padres y vio cómo el fuego envolvía el paisaje y se acercaba al espacio que ella considera más seguro del mundo: su hogar. Ruth tiene 7 años y estudia en el centro de primaria Celso Emilio Ferreiro de Vigo, a pocos metros de Navia, la joven urbanización que fue defendida de las llamas por sus propios habitantes.

Para Ruth, igual que para otros muchos niños de este colegio público que se esfuerza por vincular a los alumnos con el entorno, la experiencia del pasado domingo fue realmente traumática. Y poder liberar sus sentimientos, compartirlos con sus compañeros, resultó un alivio. Cristina, la tutora de segundo, decidió que una forma perfecta de expresarse podía ser el dibujo y los animó a que realizasen un cuadro sobre lo que la experiencia les supuso. Y Ruth cumplió al pie de la letra: montañas perfiladas de fuego y humo y unos coches en la carretera.

Hoy las historias están en la pared de la clase, justo encima de las perchas donde cuelgan sus abrigos. Si de lejos el colorido de tanto trabajo refuerza la imagen idílica de la infancia, con cada paso uno descubre que la profundidad de los sentimientos infantiles no debe tomarse a la ligera. Colores vibrantes, sí, pero bajo la sombra de los negros y grises (el humo) y los detalles puntiagudos. Prácticamente todos los tienen. Como el de Daniel, que dibujó tres casas amarillas de apuntados tejados rojos, que miran como sorprendidas a través de las ventanas y puertas para soportar, justo encima, tres nubes opacas, grises. «La niebla era humo», tituló magistralmente el niño.

Y así uno y otro y otro. «Ayer se incendió Baiona», dice Gael; «Yo miré muchos incendios muy graves», apunta otro alumno que no firma su trabajo; «Mi abuelo me contó que hubo un incendio», explica Hugo. Hay quien se quedó en casa: «Yo desde mi casa olía el fuego», resume Alba. «Desde la ventana vi el humo», apuntó otro que aparece en el folio posiblemente protegido por su madre y rodeado de nubes negras que recuerdan vagamente a manchas de chapapote. Hidroaviones, coches de bomberos y mangueras completan los accesorios de este ejercicio catártico en un colegio en el que todavía ayer olía a humo.

José Casas, el director del centro, reconoce que estuvieron cerca de verse afectados. «Nós vimos pola noite do domingo -explica- e puxemos mangueiras no patio á unha da mañá, porque non as tiñamos todas con nós. A urbanización de Navia está aquí preto», y muchos de los alumnos viven en los bloques. De hecho, «o luns algúns rapaces non viñeron ao colexio, pero o martes xa estaba normalizada a situación».

Para quienes fueron a clase el primer día, muchos profesores decidieron incorporar los incendios a la lección, adaptándola a cada curso, como en sexto, donde los niños hicieron una redacción. Terapéutica, por supuesto.