Vigo pierde 1,3 millones de euros por no hacer compost

Antón Lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO CIUDAD

RAMON LEIRO

Diputación, concellos y mancomunidades del entono sí se han sumado a la iniciativa medioambiental

02 oct 2017 . Actualizado a las 11:01 h.

Ahora llamamos compostaje a convertir la materia orgánica en abono y fertilizante para la tierra. En realidad solo le pusimos un nombre bonito a lo que llevamos haciendo desde el neolítico. No solo se trata de un cambio semántico, también aprendimos cómo hacer más eficiente, cómodo, rápido y limpio un proceso natural que sencillamente en eso: compostar los residuos orgánicos. Cuando la mayoría de la población vivía en zonas rurales jamás se consideró a esa materia orgánica como basura, y mucho menos un problema. Nuestros antepasados, incluso recientes, tenían claro que debíamos cuidar y alimentar el suelo que nos alimenta. Ahora vivimos mayoritariamente en las ciudades y es nuestra percepción urbanita de la realidad la que convirtió un recurso natural en un problema, pero ni antes ni ahora los alimentos nacen en las estanterías del supermercado.

El concepto de basura lo inventamos nosotros. Es algo que no existe en la naturaleza y ese medio kilo de materia orgánica que cada vigués y viguesa arroja al contenedor verde diariamente (unas 150 toneladas día en total) es el mejor ejemplo. La naturaleza cierra sus ciclos en un círculo perfecto y la materia orgánica regresa al suelo del que salió en un ciclo continuo vital y sustentable. Nosotros rompimos ese círculo y lo convertimos en lineal, restando al suelo una fertilidad que no le devolvemos. La tierra se empobrece y nosotros con ella mientras compensamos este absurdo a base de química. Afortunadamente las cosas están cambiando para bien.

Sin salir de nuestro entorno cercano encontramos que ciudades (Pontevedra), concellos (Vilaboa, O Grove o As Neves) y mancomunidades de ayuntamientos (O Morrazo) ya están aplicando programas de compostaje familiares y comunitarios para volver a cerrar el círculo de la materia orgánica, y de paso ahorrar dinero. Solo falta Vigo. La mayor ciudad de Galicia y consecuentemente la mayor productora de residuos urbanos sigue ajena a este número creciente de concellos que apuestan por el compostaje. Es una simple cuestión de falta de voluntad política a la que se suma el agravante de que sea precisamente la Diputación Provincial, presidida por la primera teniente de alcalde del concello de Vigo, la institución que más decididamente está apostando por implicar a los Ayuntamientos de la provincia en el proyecto Revitaliza para el compostaje de la fracción orgánica de los residuos urbanos. Lo hace aportando recursos económicos y técnicos para este proceso.

Compás de espera

Suponemos que Carmela Silva, de momento incapaz de convencer a nuestro regidor para incorporarse a la iniciativa, debe estar pensando aquello de que «en casa de herrero…». Actualmente, excepto Vigo, todos los municipios que bordean la ría están tratando una buena parte de sus residuos orgánicos. Es un buen momento para recordar lo que significaría aplicar esta campaña en nuestra ciudad. Si solamente las familias del área rural y periurbana (unas 28.570) que disponen de jardines y huertas se incorporasen a este proceso, eliminaríamos de nuestros residuos, y por tanto dejarían de ser un problema, unas 50 toneladas diarias de materia orgánica que, a su vez, se traduciría en un ahorro anual para las arcas municipales de 1,3 millones de euros. También podemos añadir iniciativas de compostaje comunitario en huertos urbanos, parques, jardines o urbanizaciones. Y si a su vez, en convenio con las comunidades de montes de Vigo se instalaran áreas de compostaje en las respectivas comunidades, el ahorro anual para el Concello superaría los tres millones de euros. Esta parte sería el ahorro directo, pero no debemos olvidarnos de añadir las toneladas de abonos, fertilizantes y agroquímicos que no tendríamos que comprar (ni en nuestras casas ni en nuestros servicios municipales de jardinería) al producir nuestro propio abono natural, que sería de excelente calidad.

El interés económico resulta evidente, pero no olvidemos los beneficios ambientales. Menos agroquímicos y fertilizantes artificiales y mejor salud para nuestro suelo, que producirá alimentos más saludables para nosotros y para el planeta. Y si una vez alimentadas nuestras macetas y tierras de cultivo nos sobra compost, ¿qué hacemos con él? Literalmente, tirarlo en el monte. La pérdida de suelo fértil a consecuencia de los incendios forestales y el cambio climático es dramática. No deja de ser irónica la paradoja de que la mejor solución para regenerar los montes incendiados la estemos enviando a incinerar. Pero todavía falta Vigo.