«Con el Marco, la gente incrementó su orgullo de pertenencia a la ciudad»

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

BENITO ORDOÑEZ

Su primera directora, Carlota Álvarez Basso, desvela los convulsos inicios del centro expositivo, cuya apertura coincidió con el hundimiento del «Prestige»

26 sep 2017 . Actualizado a las 23:13 h.

El 13 de noviembre del 2002, mientras el Prestige se iba a pique dejando una estela de negra desolación pegada a la piel de todos los gallegos, Vigo vivía en medio de aquella tristeza uno de los días más prometedores y esperados por la ciudad: el nacimiento del Marco. Cuatro años después de la aprobación del proyecto de los arquitectos Fraga, Quijada y Portolés, el edificio de la calle del Príncipe que había sido cárcel y palacio judicial renacía como museo de arte contemporáneo.

Sus primeros pasos los guio con certera eficacia la viguesa Carlota Álvarez Basso. Llegaba curtida del Centro Reina Sofía de Madrid y lo encarriló de tal manera que no necesitó mucho tiempo para situarlo entre los más destacados del país. En el 2005 dejó la dirección y dio el relevo a Iñaki Martínez Antelo, miembro de su equipo de confianza.

La edición de Vigo de La Voz dedicó su portada y una doble página a aquel acontecimiento. Álvarez Basso recuerda la inauguración, por varios motivos, como «una noche inolvidable» en la que se mezclaba un ambiente de doble tormenta (la que traía viento y lluvia a raudales) y la política. «Fue la culminación de una exigencia social de los ciudadanos y de un trabajo colectivo de año y medio, por lo que el nivel de responsabilidad que tenía era muy alto», indica.

La primera directora del Marco, que desde el 2013 está al frente del centro de creación artística Matadero Madrid, recuerda aquellos tres años como «una época muy feliz por estar trabajando en mi ciudad, de la que había salido a los 17 años para estudiar, con mi familia cerca, y porque la ciudadanía recibió el proyecto con entusiasmo. Me felicitaban por la calle», dice, aún sorprendida.

La Voz volvía a hacer un despliegue cuando, un mes después de la apertura, el entonces príncipe Felipe presidía la inauguración oficial, con la ausencia del presidente de la Xunta, Manuel Fraga. El acto tuvo lugar «en medio de una marea de protestas», señalaba el periódico, en referencia a la crisis del Prestige. Ya no llovía, pero las críticas caían como chuzos de punta.

Con el tiempo, el Marco navegó con diligencia. La pesadilla de su coincidencia con hundimiento del Prestige quedó atrás y la nave del arte puso rumbo al prestigio que alcanzó no sin esfuerzo. «El respaldo de la gente daba mucho ánimo para seguir trabajando en ese complejo contexto político y económico», añade la viguesa, consciente de la dificultad de crear hábitos de consumo cultural en las personas. «Tengo la certeza de que con el Marco eso se consiguió», afirma. De hecho, de lo que asegura estar más satisfecha es «del consenso social e institucional que conseguimos en torno al Museo de Arte Contemporáneo. La gente incrementó su orgullo de pertenencia a su ciudad». Como indica, tampoco era fácil sentar juntos a apoyar el proyecto al Concello, la Diputación, la Xunta y las antiguas cajas, pero lo logró y añadió apoyos: «Mas tarde negocié con la ministra Carmen Calvo la incorporación al patronato del Ministerio de Cultura».

Carlota Álvarez Basso asegura que no hubo impedimentos políticos para trabajar. «Lo difícil fue el titánico esfuerzo de poner en marcha el museo entre cuatro personas: recepcionar la obra, redactar los estatutos, crear el patronato, contratar (con pruebas de acceso) al personal y formarlo, elaborar los primeros presupuestos, diseñar la imagen y montar las dos exposiciones inaugurales con piezas producidas ad hoc. ¡De locos!».

Ahora, desde su puesto en Madrid, ve con preocupación la incertidumbre que vive el museo vigués, una inquietud aumentada desde que el alcalde, Abel Caballero, anunció su deseo de convertirlo en un contenedor de colecciones de propiedad municipal y el patronato que controla no ha sacado a concurso la plaza. «Es una pena enorme ver cómo se ha perdido ese consenso institucional, que no el apoyo social. No entiendo la falta de apoyo ni que tenga unos presupuestos que impiden que se desarrolle en su justa medida. Tampoco que la Diputación no haya vuelto al patronato».

Carlota Álvarez Basso termina con una reflexión: «Toda la ciudadanía debe tener acceso a la cultura más actual, la que fomenta el espíritu crítico, no la que crea ciudadanos sumisos».