Érase una artista a un moco pegada

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

cedida

La creadora viguesa Elisa González, que sufre fibrosis quística, visibiliza su enfermedad a través de su nuevo proyecto: «Crepitantes», en Instagram y en el Festival Hybrid de Madrid

16 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Elisa González García (Vigo, 1991) es licenciada en Bellas Artes por la Complutense de Madrid. En la carrera ya empezó a despuntar con sus trabajos, como en un proyecto con su ciudad como escenario, en el que seres mutantes se fundían con espacios muy reconocibles del entorno urbano, sobre todo del Casco Vello, en el que ha vivido desde niña. También ganó un concurso de ilustración convocado por el Museo Thyssen y como premio expuso allí durante un mes.

En Vigo, su obra forma parte permanente del paisaje desde que hace dos años hizo uno de los murales del plan municipal de decoración de medianeras en Vía Norte, 7. Sobre aquel proceso recuerda que fue «el mayor logro de superación que he hecho hasta ahora». El desafío físico que supone para cualquier artista en su caso se multiplica, ya que Elisa tiene fibrosis quística, dolencia que forma parte de la terrible lista de las enfermedades raras, lo que supone sufrir, además de la patología, la incomprensión o escasez de recursos que la sanidad dedica a males mayores (en número, que no en padecimiento).

La fibrosis quística se ha hecho tan presente en su quehacer cotidiano, que ha decidido incorporarla a sus proyectos y visibilizarla a través de un moco que se le pega como una lapa: «Cuando está fuera es un aliado y cuando está dentro, un enemigo». Crepitantes es el resultado de esa incursión en un mal al que ha querido poner cara y ver con sentido del humor. «Era una masa gris y quise darle color». El proyecto se puede seguir en redes sociales (Instagram.com/crepitantes) y desde ayer en el Festival Hybrid de Madrid, con la apertura de la exposición colectiva The Host, en el Hotel Petit Palace de Alfonso XII, aunque no descarta que sus «mocos riquiños» protagonicen una muestra más grande.

El año pasado se incorporó al Centro Reina Sofía con una residencia artística en el departamento de educación del museo. Como invitada tenía que diseñar y desarrollar el taller de verano. En esas andaba cuando tuvieron que ingresarla en el hospital. Seis meses después, otra vez. Durante la convalecencia se propuso dibujar un tema que conociera bien y decidió que «los mocos es el que mejor conozco del mundo, porque la afectación, en mi caso, es pulmonar, aunque también puede ser pancreática», cuenta.

La fibrosis quística es una patología que para que su avance no sea galopante, requiere de unos cuidados diarios que incapacitan al paciente para una vida normal. «El tratamiento habitual consiste en hacer fisioterapia dos veces al día, expulsar todos los mocos que sea posible tosiendo, hacer deporte, tomar inhaladores cuatro o cinco veces, y una medicación de unas 15 pastillas al día. Con una rutina así, lo que intento es conseguir un trabajo que me permita subsistir y compatibilizarlo con todo eso», reconoce.

La artista asume que su enfermedad es grave, pero afortunadamente ha mejorado con los avances médicos. «Antes no había unidades de tratamiento para adultos porque fallecían de niños. Ahora la media está en los 40 años. A mi me ha tocado un gen recesivo, es decir, que entre los malos, es de los mejores, pero si tienes la mala suerte de pillar una bacteria de las súper resistentes, puedes acabar necesitando un trasplante pulmonar», explica.

A la viguesa le detectaron indicios al nacer y le diagnosticaron la enfermedad a los 13 años. «Un día me puse a hacer la risa de Lindo Pulgoso y empecé a escupir sangre», resume sobre los inicios de un recorrido en el que ha aprendido a relativizar problemas y evitar «que los poco importantes trasciendan». Asegura que no es para deprimirse: «Aunque haya muchas cosas que no puedes hacer, si haces el tratamiento bien puedes llevar una vida normal. De hecho nadie se da cuenta hasta que no me ve subir escaleras», sonríe. Con su reinterpretación del imaginario de la fibrosis también pretende visibilizar una enfermedad de la que se pueda hablar con naturalidad, pero no es su único tema. Sin ir más lejos, participa en Estudio Escritorio, una colectiva del Injuve a propuesta de Antonio Ferreira que se inauguró esta semana en la madrileña sala Amadís.