Una isla fuera de su contexto ecológico

Antón Lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO CIUDAD

Oscar Vázquez

La mayor parte de la vegetación del monte es producto de una repoblación ornamental

10 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Si disculpan la osadía de parafrasear a García Márquez podríamos empezar así: «El día que la iban a matar, la vegetación de O Castro floreció». Y es que tiene bastante de realismo mágico el más urbano de nuestros grandes parques. Nuestra ruta será una espiral descendente que comienza en lo alto de la fortaleza del Castro. Cualquier lugar elevado ofrece la ventaja de la perspectiva y desde aquí podemos contemplar Vigo como un urbanismo caótico sobre un paisaje privilegiado. Como los cuadros impresionistas conviene alejarse de la ciudad para apreciarla mejor. También nos permite comprender que estamos en una isla. El resto de los grandes parques urbanos todavía conservan, al límite, una casi imposible conexión con el entorno natural, pero O Castro está completamente aislado de su contexto ecológico, lo que le otorga un valor especial.

Lo que más llama la atención del parque es su extraordinario arbolado. Solamente revisando los árboles incluidos en el catálogo de árboles singulares del Concello de Vigo, y de ellos escogiendo los que llegan o superan el siglo de vida nos encontramos nada menos que cincuenta especies distintas, algunas de ellas con varios ejemplares presentes. Disfruten del paseo y pocos sitios son mejores para meter en la mochila una buena guía de árboles y con ella identificar, solamente entre las menos frecuentes a las yuca, tamagueira, tuia, sequoia, pitósporo, rododendro, mirobálano, maleluca haquea, grevíllea, catalpa, araucaria y los más comunes abetos del Cáucaso y cedros del Líbano, robinias, bidueiros, catalpas, criptomeria, cipreses y falsos cipreses (seis especies diferentes), freixo, espiñeiro, abetos, olmos, loureiros, ligustros, camelia, bidueiro… en fin, un no parar. En su totalidad estos árboles no dejan de ser producto de la repoblación ornamental, de enorme valor por lo que tienen de singularidad, pero su espectacularidad nos distrae la atención sobre la vegetación espontánea, de enorme valor, que, amenazadas y extinguidas por su limpieza se aferraba tenazmente a la vida en las murallas del castillo. La flora rupícola (municipalmente conocidas como «malas hierbas») alcanzaba una biodiversidad cercana al medio centenar de especies diferentes, sin contar los líquenes con los que tendríamos que sumar otro medio centenar de especies. La vegetación arbustiva es bastante más modesta, aunque allí sigue como un campeón el acebo que plantó la Coordinadora Ecoloxista.

Su fauna terrestre acusa su insularidad, y aunque algún erizo sobrevive heroicamente los mamíferos silvestres han abandonado el parque. Los reptiles en cambio siguen aferrándose al espacio, no les queda otro remedio, y todavía podemos ver alguna lagartixa galega y eslizones. Los ofidios se extinguieron y la misma suerte le espera a los anfibios. Solamente en un lugar sobrevive la última población de tritón hasta que en la siguiente «limpieza» de estanques el Concello se la lleve por delante.

Las aves lo tienen mejor. Al anochecer escucharemos un sonido curioso que llega desde los árboles, un repetido y agudo tut tut que nos indica la presencia de los autillos, la más pequeñita de las rapaces nocturnas a punto de partir en su migración anual. Su primo, el cárabo ya está extinguido gracias a la tala masiva que el Concello hizo en el entorno de la charca de los patos. Una de las acacias cortadas albergaba su último nido. No se libra O Castro de la presencia de especies exóticas invasoras, especialmente de la última que llegó y ocupó el espacio de forma masiva: al grito de «aquí aún es gratis» centenares de coches convirtieron, como genialmente definía el arquitecto Jaime Garrido, un parque en un párking.

En todas las rutas que presentamos hacemos alguna recomendación útil. En este caso el consejo sería que vayan pronto a hacer esta ruta. Tras varios anuncios por parte del concello sobre su intención de limpiar las murallas y acto seguido talar parte del arbolado de gran porte para que dichas murallas vuelvan a ser visibles desde todo Vigo podemos afirmar, volviendo al principio, que para buena parte de lo que les mostramos será la crónica de una muerte anunciada.

Un microcosmos pegado al castillo

Existe todo un microcosmos pegado a las paredes de la fortaleza del siglo XVII. Los musgos (Sphagnum) son embalses en miniatura, que retienen el agua y la liberan gradualmente en la sequía. Todas las plantas rupícolas dependen de ellos para sobrevivir en unas condiciones tan extremas como una pared. Son además plantas primigenias que fijan minerales y crean el suelo sobre el que se desarrolla la vida. Lo pequeño es hermoso.