Vigo, una de las pocas ciudades gallegas que sigue dando la hora

manu otero VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

XOAN CARLOS GIL

Todos los relojes de los principales edificios de la ciudad están en hora, salvo el de Correos, que sigue con el horario de invierno

03 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Medir el tiempo es algo que obsesiona al ser humano desde el origen de la especie. De sol, de arena, de cuerda, de bolsillo, de muñeca, analógicos, digitales, inteligentes o integrados en los teléfonos, a lo largo de la historia son innumerables los artilugios que se crearon para controlar el paso de las horas. Los relojes son imprescindibles para el desarrollo de la sociedad, tanto que están por todas partes. No hay un gran edificio de ninguna ciudad del mundo que no disponga de un reloj en lo más alto de su fachada. Y Vigo no es una excepción. Iglesias, museos, bancos, estaciones, inmuebles públicos o privados informan incansables a los vigueses del paso del tiempo.

En las principales arterias de la ciudad basta con alzar la vista para saber si uno llega a tiempo o necesita apurar el paso. En esta época, no es algo de lo que puedan presumir muchas urbes. Hoy en día, todo el mundo tiene un reloj en su muñeca o en su bolsillo. Los públicos dejaron de ser imprescindibles y en muchos lugares se les dejó de prestar atención, su maquinaria se debilitó y ya no marcan las horas. Ocurre en sitios tan cercanos como Pontevedra, Ourense o A Coruña. Pero en Vigo, no.

Salvo en el edificio que Correos tiene en la Alameda, en el que debieron de olvidar adelantar la hora y siguen con el horario de invierno. Los demás están sincronizados. En la milla de oro, la calle Príncipe, no hay excusa para no saber qué hora es. En la sucursal del banco Santander, en la fachada principal y posterior del museo Marco, en un inmueble de la plaza de la farola y en el conocido edificio del reloj, ya en la parte alta de Urzáiz, se encuentran cinco relojes perfectamente calibrados.

De vital importancia son los de las estaciones de ferrocarril para evitar trastornos a los pasajeros. Y los de Guixar y Urzáiz cumplen con su cometido a la perfección. Uno de los más famosos y visibles es el ubicado en la azotea del edificio de la antigua Caja de Ahorros, en la intersección de las calles García Barbón y Colón, que lleva años en forma.

Más emblemático todavía es el reloj de la atalaya del instituto Santa Irene. Tal es su peso en la ciudad que incluso fue utilizado para llevar a cabo la cuenta atrás para dar la bienvenida al nuevo año. De mantener su mecanismo en funcionamiento se encarga desde hace años Gerardo Alonso, que sube regularmente a lo alto del edificio para darle cuerda. También el campanario de la Colegiata informa a los peatones de la hora, del mismo modo que ocurre en la estación marítima del puerto.

No siempre fue así. Vigo despidió el siglo XX a deshora. El primero en adentrarse en el nuevo milenio fue el de García Barbón. El último, el de la Alameda y entre medias lo hicieron todos los demás. Pero eso ya es historia, hoy no hay excusa para ser impuntual.