Fiesta del agua

Manu Otero TRIBUNA

VIGO CIUDAD

29 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Maldecir la pendiente sobre la que está edificada Vigo es el deporte favorito de nativos y forasteros. Es necesario estar en buena forma para ascender a pie o en bici la Gran Vía sin hiperventilar al coronar. ¿Alguien podría pensar que esa odiosa ladera podría servir para algo más que sobrecargar los gemelos y tonificar las piernas de peatones? Pues sí. Alguien vio que la abominable fisionomía viguesa tiene cierto parecido con un parque acuático, en el que subir es una lata pero bajar es la bomba, y el alcalde montó en pleno centro de la ciudad un tobogán gigante. Bien es cierto que la idea fue testada antes en la periferia con idéntico resultado. Éxito absoluto. El domingo, las malas caras habituales de quienes escalan desde Beiramar hasta lo alto del parque de O Castro se tornaron en sonrisas y carcajadas que a buen seguro permanecerán en la memoria de todos los que vieron su ciudad convertida en un aquapark.

El 27 de agosto queda instaurada la fiesta del agua en Vigo y, a juzgar por los resultados, lo raro sería que no hubiese segunda edición. Y eso que a la iniciativa no le faltan detractores. Anunciar la celebración del evento un día antes de tomar medidas contra la sequía es algo que chirría. Pero las reservas de agua garantizan el abastecimiento hasta diciembre y malo será que de aquí a Navidad no caigan algunos litros más que los desperdiciados el domingo para disfrute de niños y mayores. Y cuando las reservas de agua recuperen su esplendor, no sería de extrañar que otros gobiernos municipales adopten la festividad. ¿Se imaginan un tobogán así en la Gran Vía madrileña o en la Quinta Avenida de Nueva York?