La década prodigiosa

VIGO CIUDAD

Los años 80 del siglo XIX marcaron un enorme despegue de la ciudad de Vigo, donde llegó por primera vez el ferrocarril

31 ago 2017 . Actualizado a las 14:04 h.

Si existe una década prodigiosa en la historia de Vigo debemos pensar en la de 1880. Nunca tantos adelantos llegaron juntos para revolucionar la vida de la ciudad, que vive fascinada con la «idea de progreso», uno de los paradigmas del final del siglo XIX, cuando la electricidad revoluciona el mundo como un gran avance desde la era del vapor. La luz eléctrica, el gas y el ferrocarril aparecen para instalar a los vigueses en la modernidad.

En los 80 del siglo XIX podemos obtener una buena foto del avance de Vigo. Y, además, literalmente. Porque los primeros daguerrotipos llegaron en 1854, pero ahora el negocio de la fotografía está plenamente asentado. En 1880, un fotógrafo italiano, instalado en la calle Cesteiros, se anuncia en los periódicos y todo vigués que se honre va a su estudio a ser retratado.

En la procesión del Cristo de 1880, el industrial Antonio López de Neira maravilla a los ciudadanos con la luz eléctrica. En el balcón de su casa, en la calle del Príncipe, instala un foco, importado de Europa, con el que ilumina la imagen, dejando asombrados a los fieles. Durante todo el verano, al atardecer, los vigueses se concentran en la residencia del empresario para ver el espectáculo de la Luz Drummond, que tiene la capacidad «de convertir la noche en día».

También llega aquí la modernidad financiera. Porque en 1880 nace la Caja de Ahorros Municipal de Vigo, por iniciativa del alcalde, Manuel Bárcena. Tiene por objetivo hacer préstamelos a la industria local y a los obreros. La caja sobrevivirá durante 130 años, hasta su fusión en 2010, su conversión en Novagalicia Banco en 2011 y su liquidación en 2014. El 18 de junio de 1881 marcará otro hito: se inaugura la línea férrea entre Ourense y Vigo. Una locomotora, con una composición de tres vagones engalanados y descubiertos, sale de la estación, llevando las autoridades en el largo viaje. En este año, se funda el Gimnasio de Vigo, sociedad recreativa que muestra el creciente interés por el «sport», al contratar a un profesor de educación física, el primero de la ciudad. En este avanzado club comienzan a servir cerveza, una bebida revolucionaria y modernísima para la época. Pocos años más tarde, en 1885, surge la sociedad La Oliva, que tiene por objetivo constituir un orfeón que amenice los atardeceres. Con el tiempo, se va a convertir en un de los clubes culturales y recreativos más activos de la ciudad. También en 1881 se inaugura la Junta de Obras del Puerto de Vigo, con fecha de 8 de noviembre. La aparición de esta institución reguladora de la cuenta de la importancia que ha conseguido el puerto vigués, que ya presume de un muelle de madera y de un malecón que comienza a estar acondicionado. En Vigo, ya recalan las flotas de guerra de medio mundo. La más habitual es la británica, que hace una escala cada año, mientras sus marineros disputan los primeros partidos de fútbol en las explanadas de Coia. La Football Asociation británica, la misma FA que sigue rigiendo este deporte en Inglaterra, había sido fundada ya dos décadas antes.

En 1884, se abre una nueva línea férrea, que comunicará Vigo con Pontevedra. Así, aunque las antiguas diligencias de caballos continúan ofreciendo sus servicios hacia el interior, los caminos de hierro ya tienen la batalla ganada a la tracción animal. A pesar de los experimentos de López de Neira, la iluminación pública por luz eléctrica aún no llegará a la ciudad, pero sí la de gas. En 1884, la Sociedad para el Alumbrado y Calefacción de las ciudades de A Coruña y Vigo instala 300 farolas por el municipio, que sustituyen a las antiguas lámparas de petróleo. La Fábrica del Gas se instala en la calle Teófilo Llorente. Pontevedra inaugura, casi al mismo tiempo, la luz pública eléctrica, siendo una de las primeras ciudades de España en instalar el servicio. A Vigo llegará el 22 de diciembre de 1896. Los años 80 del siglo XIX supondrán una revolución educativa, porque se constituye La Cooperativa, sociedad que impulsa la apertura de la Escuela de Artes y Oficios, que será levantada sobre terrenos donados por José García Barbón. El soberbio edificio, obra del arquitecto Pacevicz, sigue luciendo espléndido en la calle que lleva el nombre del insigne filántropo.

Así que no es de extrañar que los vigueses, entusiasmados con los avances de su tiempo, bautizaran una calle con el nombre de Progreso. Donde además fue abierto más adelante un mercado de abastos. Porque los años 80 en Vigo no son solo los siempre recordados de La Movida. Un siglo antes, en el XIX, la ciudad vivió su década prodigiosa.