El Concello derriba la puerta de A Gamboa

La Voz

VIGO CIUDAD

Oscar Vázquez

La medida permitió abrir la calle Carral, dedicada a los mártires de 1846

20 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El edil Cristino Piñeiro comunicó a la corporación «que tuvo cumplido efecto su acuerdo del 20 de agosto último respecto a la demolición de la puerta de la Gamboa». El alcalde tercero de Vigo opinaba que debía abrirse en ese lugar una calle de ocho metros de anchura, que comunicara aquella entrada con el muelle «cuyo servicio reclama con urgencia el numeroso vecindario que echa muy de menos está vía».

El regidor manifestó en el pleno que había aprovechado la visita a Vigo del arquitecto provincial, Atilano Rodríguez, para mostrarle el proyecto y contar con su colaboración. El arquitecto vio beneficiosa la idea. El boceto fue presentado a la corporación, que lo consideró ventajoso en todos los aspectos. «Además de hermosear la principal entrada de la población por la calle del Muelle con la que empalma, favorece de un modo indudable sus condiciones bajo el punto de vista comercial toda vez que se presta a la construcción de grandes edificios que, por su inmediata proximidad a los muelles y aduana, se ocuparán ventajosamente con establecimientos mercantiles de elevada importancia», se reflejó en el acta. Las obras serían financiadas con la venta de los solares que dejó el derribo de la puerta, por lo que no hubo problema alguno en aprobar el proyecto. Deciden en esa misma sesión los munícipes vigueses denominar la nueva calle Carral «en recuerdo de las ilustres víctimas sacrificadas en aras de la libertad en 1846».

La decisión de tirar la puerta de la Gamboa se adoptó en un pleno extraordinario celebrado el 20 de agosto de 1869. Rosendo González, Juan Bande y Andrés Rodríguez, vecinos de la calle de la Independencia (lo que hoy sería la Gamboa) pidieron su derribo por los perjuicios que les causa. Decían que, «el único recuerdo que existe en la población de los ruinososo tiempos que pasaron para no volver», era un obstáculo al libre tránsito «no solo por afectar al ornato público el desagradable aspecto que presenta su fealdad sino también como medida de garantía para los que transitan por aquel sitio expuestos siempre a las acechanzas de las personas de aviesas intenciones, que pueden arrojarles desde encima piedras y otros objetos que pongan en peligro sus vidas». El Ayuntamiento consideró justa la petición.