El turismo solidario de Lápices y Colores llega a Myanmar

María Jesús Fuente Decimavilla
maría J. fuente VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

cedida

La asociación viguesa reparte lo recaudado en Vigo entre los niños más necesitados

10 ago 2017 . Actualizado a las 12:41 h.

Un buen día se les ocurrió que podían aprovechar los viajes para hacer algo por esas gentes con más necesidades a las que iban conociendo en sus periplos. Así nació la asociación Lápices y Colores, integrada por un grupo de vigueses solidarios dispuestos a no limitarse a ser meros espectadores.

Este año ha tocado Myanmar, «el país de las sonrisas. Las mismas que esperamos que tengáis vosotros al saber que vuestra colaboración será destinada a una buena causa», dicen en su diario. Y es que el grupo se paga el viaje y la estancia de su bolsillo y, a mayores, destina lo recaudado a las necesidades que encuentran a su paso.

Este año han sido 5.000 euros los conseguidos a través de distintas actividades. A esto se suman varios fardos con doscientos kilos de ropa, calzado y medicamentos.

Cada verano puede cambiar alguno de los integrantes. En esta ocasión son Gonzalo Cossio, Alberto Fernández, Loreto Salgueiro, Carolina Guimeráns, Estrella Lorenzo, Iago Méndez, Andrés Valverde y Fernando López.

Ya en pleno viaje, los integrantes comentan: «Pyai nos espera, se huele en el grupo la ganas de repartir sonrisas, de recogerlas y alimentar el alma, las nuestras y las vuestras, porque todos venís en este viaje, porque traemos los lápices y vosotros, con ese euro al mes, ponéis el color».

La expedición se detiene en cada pueblo que huele a necesidad y lo primero que hace es preguntar si hay orfanato. De momento se ha encontrado con colegios de todo tipo. Unos son construcciones de cemento, donde los niños visten el uniforme obligatorio de Myanmar, y otros, hechos a base de bambú, donde los estudiantes que no llevan uniforme son los más pobres del poblado.

Haciendo gala de su condición de vigueses, sacan de los fardos las pulseras del Celta y se las colocan uno a uno. «Sus sonrisas nos inundan», comentan los viajeros. Pero esto solo fue un gesto simbólico completado con el reparto de ropa entre los 120 niños. «Ni un grito, ni un empujón, cuánta educación, cuánto tenemos que aprender de ellos», relatan. El alboroto llegó a continuación, al abrir el saco del calzado, por lo que prefirieron que lo repartiera un profesor. No había talla para todos y les quedó mal sabor de boca.

La expedición sigue de ruta por Pyai, repartiendo sonrisas, lápices y colores. En esta ocasión el viaje ha sido un poco a la aventura, pero ya están acostumbrados. A veces les falla la oenegé con la que han quedado. No pasa nada. Ni una mala cara. Por donde viajan siempre hay a quién dejarle esa parte del equipaje aportada por muchos ciudadanos.

El año pasado pusieron su granito de arena para reconstruir escuelas en Nepal y llevaron su sonrisa a un orfanato de la ciudad de Bobo Dioulasso, en Burkina Faso. Una vez que concluyen el viaje, lo siguiente es ponerse manos a la obra a fin de recaudar fondos para el próximo año. Eso será a partir del día 20, cuando regresen a Vigo.