La principal testigo del Odriozola dice que nadie le preguntó nada en 18 años

alejandro martínez VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

M. Moralejo

«Cinco minutos antes del derrumbe vinieron a preguntar si había alguien», dice

24 jul 2017 . Actualizado a las 16:11 h.

Marisa Millán estaba dentro del edificio Odriozola la tarde que se derrumbó. Era empleada de la farmacia Rubira, que ocupaba la planta baja, y en ese momento estaba introduciendo códigos de productos en el ordenador. Junto con su compañero Emilio, que ya falleció, es la principal testigo de aquel siniestro.

Sin embargo, afirma que nadie le ha pedido que aporte su versión sobre lo sucedido. Asegura que no fue llamada por los agentes que investigaron las causas del siniestro, que nadie la avisó para declarar en el juicio penal que se celebró en el 2010 ni tampoco en el reciente proceso por las responsabilidades civiles. Podía haber contado, por ejemplo, que cinco minutos antes del derrumbamiento, un responsable de la obra se presentó en la farmacia y le pregunto si había alguien dentro del edificio.

Marisa le respondió que una persona inválida estaba viviendo en la buhardilla. También acababa de entrar Carmiña, una señora que vivía en la casa del patio interior y se iba a probar unas medias que acababa de adquirir en el establecimiento. «Cualquier día esto cae», asegura que le dijo la persona que llegó de la obra. La premonición se cumplió enseguida. Poco después escucharon un gran estruendo. «Fue el ruido más grande de mi vida, como una bomba. Inundó todo de humo y salimos corriendo para afuera. Miramos hacia atrás y vimos que lo que se había derrumbado era el edificio y que podíamos haber estado aún dentro», recuerda.

Resistente

También podía haber aportado su visión sobre un inmueble en el que trabajaba desde 1970. «Era antiguo pero estaba en perfectas condiciones. El problema es que no era comercial porque tenía una escalinata central muy grande», dice.

Afortunadamente, los escombros no alcanzaron a ningún peatón. «En ese momento había un partido importante del Celta contra el Marsella y la calle estaba vacía, recuerda. Pero murió una persona, la vecina que vivía en el patio y con la que siempre se comunicaba desde una ventanilla interior. Los primeros momentos fueron de una gran confusión. Ella creía que una nieta de la víctima mortal también podría encontrarse entre los restos del edificio. Los bomberos la echaron las tres veces en las que desesperadamente quiso entrar para buscar a la niña. La pequeña llegó de noche. El milagro fue que esa tarde tenía un cumpleaños porque, de lo contrario, estaría dentro de la casa como todas las tardes.

Marisa se pregunta por qué si fue una testigo directa del suceso nadie le preguntó qué pasó ni cómo está, empezando por la propia titular de la farmacia. «Apareció de noche y se preocupó más de su negocio que de nosotros», asegura.

Ella misma se siente una perjudicada por lo que ocurrió. «Estuve muy mal y sigo teniendo tan vivo en mi memoria el derrumbe como si hubiese ocurrido ayer», declara. El peor momento fue cuando sus hijos llegaron corriendo desde Coia porque habían visto el suceso por la televisión y querían ver si a su madre le había pasado algo.

«Aquí hay un montón de gente que reclama cantidades astronómicas y yo, que he vivido encima de mis carnes un problema gordísimo, me duele muchísimo que nadie me nombre», asegura. Cree que podría ser tarde para reclamar una indemnización como perjudicada. ¿Por qué no lo hizo antes? Afirma que todo ocurrió muy rápido y que no supo reaccionar porque enseguida se pusieron a trabajar duro y de manera voluntaria en la adecuación de un nuevo local para permitir la reapertura de la farmacia. «A lo mejor hoy alzaría la voz, pero en aquel momento te quedas mudo, no das crédito a lo que está pasando», afirma.

Marisa Millán trabajó en la farmacia hasta el año 2000, días después de estrenar el nuevo emplazamiento al otro lado de la calle, porque sufrió un atraco a mano armada. Actualmente regenta una parafarmacia y herboristería en la calle República Argentina.

El juicio por la responsabilidad civil se suspendió y seguirá en septiembre

El caso Odriozola continúa candente 18 años después porque las autoridades judiciales aún no han determinado las indemnizaciones que pueden corresponder a varios afectados que presentaron una reclamación. La vista comenzó en junio y fue suspendida hasta septiembre al no comparecer un perito cuyo criterio se considera muy valioso para esclarecer los hechos, y poder determinar qué fue lo que causó el desplome de la medianera del inmueble que desembocó en la catástrofe. Los afectados demandan casi 1,8 millones de euros por la pérdida de enseres y demás daños que sufrieron aquel 2 de marzo de 1999. Es la única oportunidad que les queda para verse resarcidos del siniestro, después de que la vía penal se haya agotado sin ningún responsable. La farmacia es la que reclama una mayor indemnización, 1,3 millones de euros, por los gastos que afrontó tras quedar el negocio arruinado.