El camino de Antía Cal

VIGO CIUDAD

MARTA OJEDA

Una vida dedicada a la enseñanza recibe el homenaje de la escuela de Empresariales

23 may 2017 . Actualizado a las 23:34 h.

Aulas que cambian sus números por los nombres de grandes personalidades. Así lo ha decidido la Escuela de Estudios Empresariales de Vigo, el centro que trajo, hace casi un siglo, los estudios universitarios a esta ciudad y que forjó varias generaciones de gestores de una ciudad industrial. Nacida en 1920 como Escuela de Comercio ayer dio un nuevo paso hacia su centenario con un acto en el que dos clases fueron bautizadas en honor del poeta, intelectual galleguista, jurista y empresario Valentín Paz Andrade. Y de la pedagoga Antía Cal, personalidad enorme de esta ciudad, revolucionaria de su educación.

Habrá otro día para glosar la figura de Paz Andrade, personalidad capital en la historia de Galicia y de la ciudad de Vigo. Pero hoy vamos a hablar de Tita. O de Antía, que es el genitivo de anthos, como ella misma, a sus 94 años, se encargó de contarnos en un emotivo acto en el salón de actos de la escuela universitaria. «De las flores», de todas las flores, sería la traducción de su nombre desde el griego clásico.

Antía Cal cuenta su vida en una autobiografía formidable, que va por su cuarta edición, publicada por Galaxia y titulada Este camiño que fixemos xuntos. Es un libro donde todo resulta emocionante y se cuentan sucesos prodigiosos con una naturalidad y una humildad que conmueven. Nacida en La Habana en 1923, vino a Vigo cuando cumplió los nueve años. Aquel viaje de hace 85 años lo hizo a bordo del trasatlántico Cristóbal Colón’ Y, al hacer escala en Nueva York, su madre la llevó a visitar la estatua de la Libertad. Todo un símbolo para una vida. Porque la solidaridad, la libertad y una amplia perspectiva cosmopolita marcaron su carrera como educadora.

Viajar abre perspectivas y Cal fue cambiando sucesivamente de residencia durante su infancia y juventud. A su regreso a Galicia, visitaba a su familia, que regenteaba un mesón en Miras (Lugo). Se estableció en Vigo tras su regreso del Caribe. El bachillerato lo estudió en el colegio Dequidt de A Coruña. Y, a los diecisiete años, se mudó su familia a Santiago. Comenzó la carrera de Comercio, pero finalmente se licenció en Geografía e Historia en 1945, en una época en que era muy difícil para una mujer cursar estudios universitarios.

Casada con el médico, intelectual galleguista y poeta Antón Beiras, tuvo cuatro hijos, a quienes formó con los principios que luego aplicaría en su revolución educativa. Cuando recibió el premio Trasalba, en 2012, Xesús Alonso Montero recordó que criaron a sus hijos en lengua gallega, «cuando otros intelectuales no se atrevían a dar ese paso». Además, fruto de sus contactos con pedagogos europeos, Antía Cal decide enviar a sus vástagos a estudiar al extranjero, algo muy poco común en aquel momento. De 1956 a 1964, se fueron a la Stanway School de Inglaterra, con un gran esfuerzo económico, como recuerda ella misma en sus memorias.

Hasta que, finalmente, en 1961 abre su propio colegio que será una auténtica revolución educativa en Galicia. La escuela del siglo XXI a mediados del siglo XX. Y un auténtico milagro en los oscuros tiempos de la dictadura. Convencida de que el inglés era ya la nueva lengua franca, estableció una educación bilingüe para todos los alumnos desde los tres años. Recurrió a profesorado nativo y buscó la ayuda del responsable del Cable Inglés, Roderick Price Mann (conocido como Míster Man), que abrió las puertas del centro al Brisith Council.

Hay que recordar que, cuando se funda el Rosalía de Castro, los colegios impartían mayoritariamente francés y como segunda lengua. En ningún caso había una inmersión lingüística como la que propugna Antía Cal. Además, el gallego es protagonista, pese a la prohibición franquista de usarlo en las aulas. En el colegio, se convierte en lengua común sobre todo fuera de las clases.

También fue pionera en crear un centro laico, sin enseñanza religiosa católica obligatoria. Y sin discriminación por sexo, en un momento en que hasta había un instituto de bachillerato apodado «El Femenino», dirigido exclusivamente a alumnas, segregándolas de los alumnos.

Otra enseña del Rosalía de Castro desde su fundación fueron los nombres de sus aulas, que rinden homenaje a grandes personalidades, con una selección que ya desde el principio daba una idea de progresismo. Alexandre Bóveda, Luis de Camões, Castelao,

Rosalía de Castro, Marie Curie, Eduardo Pondal o Bertrand Russell eran algunos de los nombres de las clases.

Antía Cal se jubiló en 1988 pero siempre ha seguido conectada con la docencia. En 2012, recogió el premio Trasalba. Y en 2006 publicó sus memorias -Este camiño que fixemos xuntos» (Galaxia)-, que son una delicia y que van por su cuarta reimpresión. Ese libro termina con un párrafo enorme, que da la medida de la persona y de su legado: «Ollo cara atrás e contemplo a miña vida. Hai cousas que puiden facer mellor. Houbo momentos moi difíciles, días escuros, pozos dos que parecía que non daba saído. Pero de cando en vez crúzome con algún alumno, hoxe xa un home, coa súa familia, co seu proxecto andado de vida, algunha vez recibo unha carta, unha chamada, unha voz que me recorda e que me chama: «Tita...», e o meu corazón leveda coma o pan no forno dos avós, o pan quentiño, arrecendente, agradecido».