Este martes se conmemoró el tercer aniversario de una escena curiosa: el apoyo del PP al presupuesto municipal. Recordemos: el PSOE gobernaban en minoría, el PP tenía trece ediles y faltaba un año para las elecciones, conque Caballero necesitaba gastar. El PP puso líneas rojas al presupuesto, pero ninguna se cumplió: Vigo no entró en el transporte metropolitano, el Concello no se implicó en la puesta en marcha del hospital y no se bajó el recibo del agua. Los resultados electorales ratificaron el diagnóstico que algunos hicieron entonces: el PP se suicidó. Pero el pacto sí le sirvió para algo. Porque el PP y el PSOE también acordaron que ninguno de los dos agitaría el caso Patos, la causa por corrupción que había salpicado a varios ediles de confianza del alcalde y también al entonces presidente del PP (José Manuel Figueroa), la delegada de la Xunta (María José Bravo) y el presidente de la Diputación (Rafael Louzán).
Así que el martes se conmemoró el día en que el PP decidió perder las elecciones para tapar sus vergüenzas. Y, tal vez como celebración, su nuevo secretario general, Javier Dorado, denunció que Caballero «ha instalado a su gobierno en las cloacas», porque cinco ediles están imputados.
Celebramos el cambio del PP, tres años después. Ahora solo falta que el secretario general del PP condene el pacto de silencio que los suyos construyeron en torno al caso Patos, que pida el cese de Rafael Louzán del consejo de la Zona Franca y de su puesto de asesor en la Diputación y, ya que está, que reclame a Rajoy que se deje de ambigüedades con la corrupción de una vez. Tal vez después empecemos a creérnoslo un poquito.