Los «plumeros» foráneos desplazan a la flora local

Antón lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO CIUDAD

CESAR QUIAN

Es una especie difícil de erradicar que disminuye la capacidad de desagüe de los ríos y canales

02 may 2017 . Actualizado a las 09:25 h.

Poco a poco les estamos presentando el catálogo de especies exóticas invasoras y siempre con una reflexión final: la necesidad, coloquialmente hablando, de darle caña a dichas especies. Hoy, valga la redundancia, se trata de darle caña… a la caña. Nuestra amiga se llama Arundo donax, pero nos resultará más conocida como falso bambú, junco gigante o sencillamente, caña.

Lleva tanto tiempo con nosotros que quizás les sorprenda saber que se trata de una especie exótica e invasora. Originalmente procede del este de Asia, entre la India y Tailandia, y no sabemos exactamente ni cómo ni cuándo llegó hasta aquí, aunque sus primeras citas se remontan al siglo XVI. Detallar donde las podemos ver en Vigo es casi imposible, por exceso. Sencillamente en cualquier borde de río o regato, en cualquier zona con humedad constante en el suelo o en cualquier humedal litoral.

Están por todas partes. Formando masas compactas, y con unos tallos leñosos que pueden llegar a los cinco metros, no pasan especialmente desapercibidas. Por si fueran poco visibles estos días llaman todavía más la atención porque están en plena floración, con unas flores enormes (más de medio metro) en forma de plumeros llenos de semillas, que nos recuerdan a otra vieja conocida, la hierba de la pampa.

Por lógica, esas flores fueron objetivo de las podas para evitar su expansión, hasta que con el tiempo nos dimos cuenta que, a diferencia de sus primas pamperas, nuestras cañas se reproducen de forma vegetativa, por rebrotes y estaquillas, y no por sus semillas que no son viables en nuestras latitudes.

De esta forma, con procedimientos tan sencillos como utilizarlas como lindes de fincas, plantarlas para utilizar sus cañas y hojas para cestería, o simplemente clavarlas en el suelo como soporte para judías y tomates, las fuimos extendiendo. Cuando nos dimos cuenta del problema empezamos a cortarlas, pero fue peor el remedio. Además del esfuerzo inútil si no se eliminan al menos los tres metros de rizomas que desarrollan bajo el suelo, estas cañas troceadas fueron generando nuevos rebrotes. Añadan al problema que tienen especial preferencia por suelos húmedos, principalmente los ríos, y soportan bien la salinidad, por lo que se fueron extendiendo hasta llegar a las marismas litorales.

Los bichitos podrían ayudarnos, pero la Arundo donax produce sustancias tóxicas nocivas para nuestros insectívoros aliados y para sus primos herbívoros y no se conoce a día de hoy ningún control biológico eficaz. La guerra química tampoco es buena idea, porque al estar en el borde de los ríos el uso de herbicidas (como nuestro viejo conocido glifosato) es mejor no usarlo para no hacer la cosa todavía peor.

Impacto sobre el hábitat

Nuestras amigas invasoras representan un buen ejemplo para ser conscientes de la envergadura del problema al que nos estamos enfrentando. Por supuesto, la caña está incluida en el catálogo nacional de especies invasoras, que nos alerta de sus impactos sobre el hábitat, hasta el punto de que el desplazamiento de la vegetación riparia (es decir, de ribera) nativa, puede llegar incluso a ser sustituida en su totalidad.

Esto provoca un empobrecimiento del hábitat para la fauna terrestre asociada. Disminuye la capacidad de desagüe de ríos y canales al taponar y reducir los cauces con sus sedimentos. Por la gran biomasa que produce es un factor de riesgo de cara a los incendios. Debido a su intensa transpiración, reduce los recursos hídricos en zonas áridas donde los humedales escasean y en nuestro caso colmata nuestros humedales autóctonos.

Para el resto de especies su impacto también es considerable ya que impide o dificulta la regeneración de especies. El entramado de sus rizomas llega a ser tan denso que impide el crecimiento de otras especies. Por eso, el organismo internacional de referencia para estas cosas, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), incluye a nuestras cañas en el grupo de las cien especies invasoras más peligrosas para la biodiversidad a nivel mundial.

Por no ser totalmente negativos hay que reconocer que sus raíces absorben contaminación orgánica y metales pesados del agua, pero no compensa. Como depuradoras naturales nuestras especies autóctonas lo hacen más y mejor.