-¿Se imagina un país sin cultura?
-Un país sin cultura es un país muerto, con un encefalograma mercantilista y muerto. La cultura es lo que ha activado el progreso de la humanidad. En general, la gente que nos dedicamos a esto lo hacemos por amor a la lectura y al conocimiento; después, no sabemos por dónde van nuestras ilusiones y nuestras responsabilidades. Puede llegar incluso el momento en que uno se canse y quiera dejarlo, pero no es mi caso. Trabajar me mantiene vivo, porque los actores de teatro trabajamos con la vida, con todo cuanto puede ocurrir. Cuando estás trabajando un texto que forma parte de la vida y se materializa sobre un escenario es algo grandioso.
-¿No le decepciona ver el nivel de la televisión actual?
-Yo no soy nada optimista con que las cadenas ofrezcan lo que en una franja determinada deberían ofrecer. No todos, pero un dulce de vez en cuando ayudaría a superar esa carencia de contenidos que tienen. Además, hay una contradicción ya que aparecen unas potentes series de televisión, en sentido del formato y el tema, pero que son un poco más de lo mismo. Hay una falta absoluta de compromiso con los millones de personas que ven la televisión. Me parece que están en su derecho, pero es muy jodido que la gente se pase horas delante del televisor aguantando lo que le echen. Deberían, igual que el teatro, levantar un poquito el nivel; no le viene nada mal a la sociedad que eleven un poco el nivel porque la televisión es lo que más llega. Le falta a la televisión crear ese programa cultural serio entre tantas horas de programación. Es desesperante, porque se consume tanto y se aliena tanto a la sociedad, en vez de avivar el pensamiento. Pero eso parece que no conviene. Un individuo informado que reclama lo suyo, comprometido con la sociedad, eso no conviene.