Pablo Morillo, héroe de la ignorancia

VIGO CIUDAD

El líder de la Reconquista es recordado estos días en Colombia, donde instauró «El Régimen del Terror» y dejó una frase para la historia

07 nov 2016 . Actualizado a las 10:34 h.

El militar Pablo Morillo tiene calle y estatua en Vigo. Se le considera un héroe de la Reconquista, pese a que se sumó a última hora, provocó una rebelión entre los líderes vigueses y terminó por atribuirse los méritos que se le negaron por ejemplo a Cachamuiña. Para más inri, 14 años después, al término del Trienio Liberal, entró en la ciudad a sangre y fuego, al frente de las tropas absolutistas, retirándole a Vigo su condición de capital de provincia. Por tanto, creo que hemos sido demasiado generosos con este sujeto.

Por eso no está de más aportar alguna pizca más de guano a su expediente. Y apuntar una frase de Morillo que estos días se recuerda en Colombia: «España no necesita de sabios». Semejante barbaridad la pronunció tras firmar la orden de fusilar a un gran científico, de orígenes gallegos, y héroe de la independencia colombiana: Francisco José de Caldas.

Apodado en España, durante la monarquía de Fernando VII, como El pacificador, en América tienen otra opinión de Morillo. A su estancia en Colombia se le llama el Régimen del Terror.

A Morillo jamás le tembló la mano para firmar sentencias de muerte. De hecho, ya en Vigo estuvo a punto de fusilar a Joaquín Tenreiro Montenegro y al militar portugués Almeida, bajo la acusación de no querer someterse a su liderazgo y acatar sus órdenes. Tuvo que desembarcar de la fragata Lively el capitán escocés George Mackinley para terciar en el conflicto y poner cordura. Matar a los del propio bando, antes de enfrentarse a los franceses, era una idea que sólo podía caber en la cabeza sanguinaria de Morillo.

Así que en América siguió haciendo de las suyas. Estos días se celebró en Compostela un homenaje al reconocido científico y héroe de la independencia colombiana Francisco José de Caldas (1768-1816), del que este año se cumple el bicentenario de su muerte. Este notable investigador, que destacó por sus trabajos de geografía, cartografía, matemáticas, física, ingeniería y agronomía, tenía sus raíces paternas en Galicia, en concreto en el Concello de Caldas de Reis. Por esa razón, también el municipio pontevedrés quiere recuperar su memoria.

El «Sabio Caldas», como es conocido popularmente en Colombia, es todo un símbolo de progreso, ciencia y libertad nacional en ese país. Fue fusilado en 1816 por las tropas realistas españolas que reconquistaron por pocos años aquellos territorios. A pesar de sus solicitudes de clemencia para poder acabar sus trabajos científicos.

Y aquí es donde aparece Pablo Morillo, quien según la leyenda popular negó el indulto, pronunciando una frase para la historia: «España no necesita de sabios».

Hoy, en homenaje al gallego Caldas, una región colombiana lleva su nombre (Caldas) así como dos universidades públicas y numerosas plazas, calles y equipamientos culturales, educativos y científicos de todo el país.

Por su parte, Pablo Morillo terminó también sus días cubierto de honores, como marqués de la Puerta y conde de Cartagena. Y, además de la Gran Cruz de Carlos III y la de Isabel La Católica, se le concedió el título, sin duda merecido, de Regidor Perpetuo de La Coruña.

Vigo, ciudad agradecida, también ha honrado al militar, con una calle a su nombre, entre la Alameda y Montero Ríos. Mientras que su estatua corona el monumento de la plaza de la Independencia, pese a que muchos vigueses crean que el portador de la bandera, en todo lo alto, es Cachamuíña.

No está nada mal para un supuesto héroe que llegó tarde, estuvo a punto de fusilar a sus propios compañeros, se atribuyó méritos que no merecía y, catorce años más tarde, entró en Vigo con las tropas absolutistas, arrasó la ciudad, fusiló a todos los liberales y retiró a la ciudad su condición de capital de provincia. A todo ello, podemos sumar también una frase inolvidable, todo un canto al atraso y la ignorancia: «España no necesita de sabios». Así fue el tipo al que le damos monumentos y calles.

la bujía del domingo Por Eduardo Rolland