Inventos de Vigo para el capitán Nemo

Eduardo Rolland
Eduardo Rolland VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Las escafandras Rouquayrol y las lámparas Ruhmkorff usadas en Rande inspiraron al escritor Julio Verne, al igual que una gran estafa europea

31 oct 2016 . Actualizado a las 12:24 h.

Es sabido que el submarino ya había sido inventado cuando Julio Verne le dio los mandos del Nautilus al capitán Nemo. En 1620 ya existió un cacharro de propulsión humana diseñado por Cornelius Drebbel. Y, desde un siglo antes de escribir 20.000 leguas de viaje submarino, se habían probado en el mundo toda suerte de prototipos. Los hubo más funcionales, capaces de convertirse en arma de combate en la Guerra de Independencia Americana. Y otros que nunca fueron botados. En Francia, destacó el Nautilus, del estadounidense Robert Fulton, probado en el Sena en 1800. El que más animó al escritor con su novela fue el Plongeur, que deslumbró en la Exposición Universal de París de 1867, dos años antes de que Verne comenzase a publicar su novela. Por desgracia, cuando fue botado al agua, no funcionó. Al Plongeur le fallaron las cuentas de la gravedad universal y del principio de Arquímedes. Y se hundió: su inmersión fue impecable, aunque no volvió a emerger.

Pero el Plongeur animó a Verne a sumergirse en una nueva trama novelesca. El escritor francés era un ávido lector de periódicos y revistas. En ellos encontraba la inspiración para sus proyectos. No olvidemos que era un producto de su tiempo: la segunda mitad del siglo XIX, con la fascinación por la idea de progreso. Y una acumulación de adelantos técnicos, ya en el tránsito del vapor hacia la electricidad.

Lo que es menos sabido es que Verne también encontró inspiración en la ría de Vigo. Y que no es casual que le dedicase un importante capítulo de 20.000 leguas de viaje submarino, donde se narra cómo el capitán Nemo rescata en Rande los tesoros de la batalla naval de 1702.

Porque otra noticia que animó a Verne fue una formidable estafa relacionada con Galicia. Mientras escribía su novela, se destapaba un gran fraude cometido por un inglés, David Langland. Tras obtener de la Corona de España una licencia para sumergirse en la ensenada de San Simón, primero la traspasa a un financiero francés, Simon Sicard, por una fuerte suma de dinero. Con posterioridad crea una sociedad anónima que afirma que aún posee los derechos. Inmediatamente, comienza a vender en Londres participaciones fraudulentas, prometiendo una expedición con ingentes beneficios. También dice poder demostrar que hay millones y millones de libras sumergidas en la ría de Vigo.

La estafa termina en los tribunales, con España, Francia e Inglaterra implicadas. Hay pequeños bancos casi al borde de la quiebra, por haber invertido en las participaciones fraudulentas. Es noticia en todos los diarios europeos, lo que despierta la curiosidad de Verne sobre la batalla de Rande, que terminará por incluir en el capítulo titulado La bahía de Vigo.

Hay otro asunto decisivo. En contra de lo que se ha escrito mil veces, en la inspiración de Verne nunca estuvo el libro Les galions de Vigo, editado por Hipólito Magen en París en 1873. Esta obra apareció tres años después que 20.000 leguas de viaje submarino, que terminó de publicarse en 1870. Sí, en cambio, pudieron influir en el autor las campañas de Magen, en las que ensayó una campana sumergible obra del ingeniero Mazin. Estas inmersiones comenzaron el 20 de febrero de 1870 y Verne no terminó su obra hasta el mes de junio. Al ser uno de sus últimos capítulos, es posible que se documentase con las noticias de aquella expedición, en la que se ensayaron la luz eléctrica bajo el agua y las escafandras semiautónomas inventadas por Benoit Rouquayrol y Auguste Denayrouze. Hay en ambos adelantos muchos paralelismos con la novela, pues los menciona en el capítulo XVI, titulado Un paseo por el llano. También aparecen en una cacería submarina en la isla de Crespo. Además, hay otro invento que estrenó Magen en Vigo que aparece reseñado en la novela de Verne: la lámpara Ruhmkorff, una revolucionaria lámpara eléctrica. Heinrich Daniel Ruhmkorff, nacido en Hannover en 1803 y fallecido en París en 1877, fue un ingeniero alemán famoso por su adelantos en electricidad; el principal, una bobina de inducción que sería un hito tecnológico del siglo XIX. La usarían como generador eléctrico físicos como Heinrich Rudolf Hertz, para sus experimentos con ondas, o inventores como Guglielmo Marconi, en sus emisiones de radio. Además, de las creaciones de Ruhmkorff surgió esta lámpara, capaz de iluminar bajo el mar, y estrenada por Hipólito Magen en Vigo, siendo noticia en los diarios europeos, muy atentos a la campaña de rescate de los galeones tras el culebrón de la estafa de Langland.

Así que podemos afirmar que JulioVerne se inspiró en Vigo para escribir 20.000 leguas de viaje submarino. Halló argumentos en todo lo que se publicaba sobre el rescate del presunto tesoro de Rande, incluyendo las nuevas tecnologías que estrenaba Magen y que luego él incorporó al Nautilus de Nemo. Todo ello era noticia en los diarios de media Europa. Cuando, una década después de publicar su novela, Verne visitó Vigo, lo hizo por casualidad. En una escala no prevista de su yate ‘Saint Michel III’. Pero ya conocía bien su historia. La había leído en los periódicos y revistas, la gran fuente de inspiración del genio de Nantes.