El buitre negro que llegó a Vigo haciendo turismo

Antón Lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO CIUDAD

CEDIDA

La presencia de esta carroñera aquí es una casualidad y el ave no sabe ahora cómo regresar

17 oct 2016 . Actualizado a las 12:32 h.

Que Nigrán es un lugar recomendable para dejarse caer es algo con lo que todos podemos estar de acuerdo, y que ese criterio es compartido por otras especies además de la nuestra y lo comentábamos hace unas semanas mencionando la invernada de aves que estos días alberga la Foz del río Miñor, pero a veces las cosas se desmadran un poco. Definitivamente, encontrarse a un buitre trotando por las dunas de Playa América es algo que no se ve todos los días. Igual de infrecuente, y más difícil todavía, es pasear por la Gran Vía y sentirte observado, levantar la vista y ver un buitre tan campante posado en un edificio contemplando con curiosa perplejidad el bullicio urbano.

Es la noticia ambiental de la semana y resulta inevitable comentarla abundando en lo ya apuntado en estas páginas por mi muy querida Begoña Sotelino, porque ciertamente la cosa tiene su enjundia. Nuestro protagonista es un buitre negro (Aegypius monachus) una especie más grande y escasa que su primo, el más común buitre leonado. A diferencia de este, residente otra vez en Galicia tras años de ausencia, el buitre negro vive en la parte suroccidental de la península (y Baleares).

Como su nombre indica, su plumaje varía entre el pardo oscuro y el negro. Es un ave carroñera, con perdón, que a pesar de su tamaño es especialista en alimentarse de restos de pequeños animales, fundamentalmente conejos. Para ello posee una agudeza visual y un olfato (cosa poco frecuente en un ave) altamente desarrollados.

 Población en aumento

Estuvo al borde de la extinción por la confluencia de múltiples factores, que en mayor o menor grado siguen presentes, como son la ignorancia, pues se consideraban transmisores de enfermedades, el uso indiscriminado de venenos, la pérdida de hábitats, la caza furtiva y un largo etcétera. Aunque sigue en ese límite peligroso de amenaza, las noticias son esperanzadoras y en los últimos años sus poblaciones están aumentando de manera constante (unas 1.800 parejas en 2006).

Nuestro turista accidental no pasa precisamente desapercibido teniendo en cuenta que hablamos del ave rapaz más grande de Europa, con una envergadura que se acerca a los tres metros. Son esas alas enormes las que explican su presencia tan lejos de su área de distribución. Poner en vuelo sus diez kilos de peso exige un enorme gasto de energía. Para compensar el esfuerzo descubrieron un extraordinariamente eficiente sistema de navegación. Utilizando la ayuda de las corrientes térmicas ascendentes que se producen cuando el sol calienta el suelo, nuestros amigos van ganando altitud llegando a los 3.000 metros.

Una vez en esa altura, y utilizando las mismas corrientes, sencillamente empiezan a planear y así, ya sin gastar un gramo de energía, pueden recorrer enormes distancias. Los buitres negros son muy sedentarios y permanecen siempre en sus territorios? con una excepción: los ejemplares juveniles. La adolescencia tiene estas cosas y en esa etapa de su vida se lanzan a la aventura conocer mundo.

Muy probablemente, nuestro juvenil visitante encontró las condiciones óptimas de vuelo y se dejó llevar a lo largo de al menos 500 kilómetros, distancia que nos separa de sus colonias en Segovia o Salamanca. Decíamos al principio que el Miñor es buena zona para dejarse caer. El comentario es literal. Al llegar al borde del mar desaparecen las corrientes térmicas continentales que les facilitan el vuelo y nuestro amigo literalmente se vino abajo.

 Al borde del mar

A partir de ese momento empezaron los problemas para el perplejo buitre. Para empezar, tenía que intentar remontar el vuelo de nuevo, pero, como decíamos, al borde del mar la cosa se complica al no existir térmicas terrestres y con el agravante de la lluvia y bajada de temperaturas. Para fastidiar más la cosa, nuestro colega cae en una zona densamente poblada, con lo cual no tuvo ni un segundo de descanso intentando escapar de la gente, incluidas las personas que se acercaban con las mejores intenciones. A ese enorme gasto de energía añadan varios días sin comer y ya se imaginan el cuadro.

Nuestro simpático buitre está agotado, famélico y considerablemente estresado y desorientado. A la hora de escribir estas líneas desconocemos el desenlace de la historia. Nuestro amigo sigue por los tejados y cada día que pasa es más urgente su captura, pues su debilidad ya tiene que ser extrema. Carece de energía para regresar por si mismo a sus tierras de origen y necesita ser analizado (por si alguna patología se suma a su debilidad) y alimentado cuanto antes. En ello está la UMIR de la policía local (no puede estar en mejores manos) y tantos que tenemos las cervicales arrasadas de mirar para arriba. Que el desenlace sea feliz para este superviviente.