La hierba «mala» que vino de América

Antón Lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO CIUDAD

XOAN CARLOS GIL

La planta que crece junto a las carreteras tiene propiedades terapéuticas y tóxicas

05 sep 2016 . Actualizado a las 19:59 h.

Decíamos estas semanas que todo lo ambiental puede analizarse desde diferentes perspectivas. Por ejemplo donde unas personas ven malas hierbas otros vemos plantas silvestres. Otorgar a una planta la categoría moral de ser buena o mala es una visión antropocéntrica que a la planta en cuestión le resultaría irrelevante a no ser por sus consecuencias.

La cosa viene a cuento por la noticia que esta semana publicaba La Voz sobre la invasión de maleza que cubre las medianeras de la A-55 en su entrada a Vigo. Podríamos argumentar que casi mejor ver algo verde en las medianeras, que tape un poco los bloques de hormigón, pero en estos casos, con la seguridad vial por medio, conviene ser especialmente prudentes.

En cualquier caso, las imágenes son espectaculares y quizás nos pique la curiosidad. ¿Y esas plantas, qué vienen siendo? Consultado al respecto nuestro maestro en cuestiones botánicas y sin embargo amigo Gus Cochón nos cuenta y les cuento.

Nuestra protagonista se llama conyza canadensis, y con semejante apellido ya se imaginarán que no es precisamente una especie autóctona. Nuestra amiga, en efecto, es una especie originaria de América del Norte, que en nuestras latitudes se comporta como exótica e invasora, pero de las muy invasoras pues su expansión más allá de su área de distribución natural es prácticamente universal.

Desde el siglo XIX

No sabemos cómo llegó a Galicia (seguramente fue un caso accidental), pero al menos sí sabemos cuando. Su primera cita en nuestras tierras data de 1852, por lo que podemos considerarla una vieja conocida. El éxito de su expansión tiene que ver con muchos factores coincidentes. De una parte, como todas sus primas exóticas invasoras, por la falta de enemigos naturales que pudieran limitar su conquista. A ello se suma su extraordinaria producción de semillas (un par de veces al año) y, finalmente, su querencia por los hábitats alterados (donde cuenta todavía con menos enemigos) y al hecho de que las actividades humanas facilitan con esa alteración sistemática su feliz desarrollo.

Por todo ello es una especie tan frecuente, por ejemplo en las cunetas y medianeras de nuestras carreteras. Nuestra colega soporta además altísimos niveles de contaminación. Por aquello de nuestro tradicional sentido utilitarista de la vida, en su día, alguien, admirablemente, por otra parte, decidió que nuestra amiga forzosamente tendría que servirnos para algo práctico y decidió probar.

La conclusión es que en efecto la planta tiene propiedades diuréticas, antidiarreicas y hemostáticas, pero como siempre que mencionamos las propiedades medicinales de las plantas, recordamos que sus propiedades terapéuticas no están reñidas con la toxicidad, por lo que no hay que lanzarse y conviene consulten a profesionales médicos.

Viaje de regreso

La conyza canadensis, por si la quieren conocer personalmente, es también la especie más abundante actualmente en los bordes de nuestros parques, jardines y rotondas urbanas. Ya saben, le gustan los espacios alterados. Si me permiten la ironía, también es posible que nuestra amiga esté cerrando el círculo, y tras extenderse por todo el mundo utilice Vigo y sus vías de entrada como cabeza de puente para el regreso a sus tierras americanas de origen.

Lo decimos porque ya hace tiempo que abunda también en las islas Cíes, quizás preparando el salto trasatlántico de regreso a sus orígenes.

Lo inconveniente de utilizar herbicidas

íSí, ante todo sin herbicidas. Nuestra amiga ya es resistente a los productos más comunes, como el glifosato o el 2'4D, por lo que utilizar contra ella, como en tantos otros casos, la guerra química es un esfuerzo tan caro como inútil y supone una victoria pírrica temporal que se salda con el inconveniente añadido de esos mismos herbicidas, dispersados sin control a lo largo de las vías de comunicación, se incorpora después a los suelos y las aguas subterráneas.

La solución pasaría por los sistemas mecánicos como el desbroce, pero en este caso solo retrasamos la siguiente invasión pues no conseguimos eliminar sus semillas.

Por tanto, el mejor y más eficaz sistema conocido (y por cierto, el que más puestos de trabajo genera, por aquello de las políticas keynesianas que tanto gustan al Concello) es el control físico. Esto viene siendo un hermoso eufemismo para definir una cosa tan prosaica como arrancarlas una a una de forma manual.

Nuestras amigas tienen una raíz muy sencilla, estrecha y vertical, que resulta por lo tanto muy fácil de retirar. Y como no dejan en tierra ni bulbos ni sistemas radiculares que faciliten su rebrote, pues su expansión se produce exclusivamente a través de sus semillas, una vez retirada no vuelve a salir.