Café y copas a través de varias décadas de música y tertulias

Adrián Viéitez VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

XOAN CARLOS GIL

«Este tipo de lugares están en perigo de extinción porque requiren unha dedicación total»

26 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Hoy llega a la gran pantalla Café Society, lo nuevo del director neoyorquino Woody Allen. El ya octogenario cineasta viaja hasta el Hollywood de los años 30, donde los locales de jazz jugaban un papel fundamental en la vida social de las élites culturales.

Algo similar, salvando las distancias, ocurría en el Vigo de la primera mitad del siglo XX, donde lujosos cafés como el Colón funcionaban como focos de cultura que alumbraban toda la ciudad. Lejos de la recargada estética que predominaba en aquella época, ciertos locales de la ciudad intentan, pese al potente efecto perjudicial que ha tenido sobre ellos la llegada de la era digital, que la gente siga utilizándolos como punto de reunión. Que varias personas se sienten alrededor de una mesa rodeadas por un ambiente agradable y con la conversación como protagonista.

Es el caso del café De Catro a Catro, que nació en el año 1981 en la calle Gerona con el objetivo de ejercer como enclave cultural, al estilo de las cafeterías de otras épocas. Breogán Cabezas, su actual gerente, explica brevemente la esencia del local: «Calquera movemento de carácter nacionalista ou de esquerdas que exista na cidade e necesite un espazo físico onde reunirse sabe que pode contar con nós».

Pero no solo de política va De catro a catro, un café en el que también se celebran todo tipo de eventos de índole cultural. Cabezas asegura que «este tipo de locais está en perigo de extinción porque requiren unha dedicación total», además de añadir que «estase a perder a afeción pola cultura».

En plena calle Colón se encuentra Luces de Bohemia, otro de los cafés más emblemáticos de la ciudad, fundado también en los años 80 por Antonio González, quien todavía sigue al pie del cañón. Su local se diferencia en que acoge a una clientela de un perfil mucho más elitista. «Un café ya no es suficiente, ahora la gente pide que le ofrezcas algo más», explica González, quien asegura que lo más importante es «no engañar al cliente»

El café Uf de Francisco Araújo abrió, también hace más de 30 años, con la misma intención de convertirse en un lugar en el que la gente se reuniese a hablar. Su dueño admite que «los tiempos han obligado a que ciertos aspectos se hayan visto modificados», aunque se enorgullece de «no olvidar las viejas costumbres» que lo definen.

José Luis Estévez, gerente de La Rosa Negra, recuerda con nostalgia la época en la que los cafés «eran el sitio en el que te reunías con tus amigos sin tener siquiera la necesidad de quedar previamente. Se suponía que todos estarían allí». De vez en cuando, en su local se celebra alguna que otra tertulia literaria, aunque admite que «adaptarse a la nueva demanda» ha sido casi una «obligación» para él, lo que ha hecho que su negocio se haya expandido más allá de la idea original.

El café Van Gogh, regentado por el barcelonés Jordi Casaró, posee una enorme biblioteca privada. «Nuestro local es atemporal, no le afectan las modas, y quizá por eso reunimos a cuatro generaciones», explica. En sus 15 años de vida, ha sido capaz de generar una clientela fija y leal que, a largo plazo, «asegura, por así decirlo, que el café tendrá clientes en el futuro».

Los bares de estilo ochentero han despegado con fuerza en los últimos cinco años

Otra de las grandes fiebres que se ha comenzado a vivir en Vigo durante los últimos años ha sido la de los bares ambientados en los 80. Es el caso de Los 80’s Cóctel Bar, un local dirigido por Pablo Álvarez que apela «a la nostalgia de la gente, tanto con la música como la decoración». Un caso similar es el de Jukebox, una cervecería más reciente a cargo de Martín Pérez, un DJ que ha decidido impulsar su local en su gran pasión, la música. «Decidí emplear mi gran colección de discos y ponerla al servicio de todos mis clientes», explica.

Está claro que la ciudad de Vigo apenas guarda parecido con el retrato americano de Woody Allen en Café Society. Sin embargo, mientras este tipo de locales sobrevivan, la cultura de los bares no desaparecerá. El café seguirá viviendo en sociedad.

«La gente se siente en casa»

Hace ya más de dos años que Martín Pérez decidió abrir Jukebox en una esquina de Heraclio Botana. Este bar destaca por ser uno de los más especializados en ginebra del país (cuentan con más de 50 especialidades) y por el papel que juegan los clientes a la hora de elegir la música. «El objetivo es que la gente se sienta cómoda», asegura.

«Alucinan con la decoración»

Pablo Álvarez ya lleva cinco años al frente de este bar ochentero, como su nombre indica. Asegura que se empezó a meter en el mundillo y rápido se convirtió en «una enfermedad». «El bar ha tardado en despegar pero por fin la gente se ha enganchado», afirma. Mezclan música y decoración con comida y diversas copas, apelando a varias edades.

«Para gente con sensibilidad»

Francisco Araújo abrió Uf hace ya 33 años. Su idea no era otra que la de crear «un café alternativo, en el que la gente pudiese juntarse para charlar». A día de hoy, mezclan sus cafés y cócteles con recitales de poesía, conciertos, exposiciones de arte, charlas o conferencias de personas del mundo de la cultura.

«Todo o que se move está aquí»

Breogán Cabezas lleva doce años al frente de uno de los locales más emblemáticos de Vigo. Señala que «o que era antes a sala de fumadores convertiuse na sala multiusos», donde se celebran reuniones de hasta seis partidos políticos, clases de tango o talleres de idiomas, entre otras actividades.

«La estética marca diferencias»

José Luis Estévez regenta La Rosa Negra desde que abrió sus puertas en 1991, y todavía mantiene su idea original: «ser un local tradicional especializado en cafés». Su estética «art-deco» acoge lo que ha pasado a convertirse en una cafetería de barrio, especializada en copas los fines de semana. «No ha quedado otra opción que expandirse», explica.

«Un café ya no es suficiente»

Antonio González abrió Luces de Bohemia en diciembre de 1987, viviendo una «época dorada» en la década posterior a su fundación. Bajo su estética invariable, han ampliado su oferta más allá del café y el chocolate con churros que los diferencia. Organizan clases de baile en el piso superior, además de ofrecer música en directo.