«El boxeo en Vigo lo levanté yo»

Adrián Viéitez VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Oscar Vazquez

A sus 73 años, Amoedo acumula más de cuatro décadas formando púgiles sin reclamarles nada a cambio

25 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La ciudad de Vigo y el boxeo solo pueden ligarse a través de la figura de Paco Amoedo. «Cuando empecé, no había gente que se dedicase al boxeo de verdad», explica. Su pasión por este deporte comenzó queriendo pegarse con el chico más fuerte de su barrio. «No me quedaba tranquilo si no era capaz de ganarle a aquel tío. Hoy somos amigos y cada vez que lo veo le digo que el culpable de todo esto es él», relata Amoedo, quien, desde ese momento, comenzó a sentirse «como un drogadicto cuando deja las drogas, con mono de boxeo por todas partes».

Tras finalizar su trayectoria como boxeador, en la que solo peleó 16 veces en once años, decidió dedicarse a formar nuevos talentos. Después de años en el gimnasio de As Travesas, se juntó con su amigo José Ledo, preparador de lucha, y abrieron el Gimnasio Saudade en Urzaiz. El motivo para independizarse fue que «en aquel gimnasio había chavales con unas condiciones tremendas y que no podían pagar la cuota», algo que Ledo y él no podían aceptar. Desde ese momento, Amoedo comenzó a entrenar a chicos en los que confiaba sin exigirles nada a cambio.

El Gimnasio Saudade original medía únicamente dos metros y medio de alto, pero de allí salieron sus mayores campeones, de entre los que Amoedo destaca a Carlos Miguel, Pedro Ferradás, Jorge Araújo e Iván Pozo. Sus resultados como preparador resultan inapelables. Los cuatro campeonatos de Europa logrados por Pozo supusieron el culmen de más de tres décadas en las que del Saudade salía un campeón de España tras otro.

Paco Amoedo señala, sin embargo, que todos esos años de sacrificio para el boxeo también tuvieron su efecto en su vida personal. «Como siempre digo, nunca podré devolver a mis hijos todas las horas que les quité por este deporte», recalca, afirmando que, pese a todo, su familia siempre lo ha apoyado en su «gran pasión». Lo mismo ocurrió con la empresa en la que trabajó hasta jubilarse a los 60. «Mi jefe siempre me decía que me dejaba perder horas de trabajo solo con la condición de que ganásemos los combates», cuenta, entre risas, como anécdota. «Después perdíamos y me dejaban volver a irme otra vez. Su comportamiento conmigo siempre fue excelente», relata, echando la mirada atrás.

El presente del Gimnasio Saudade, desde hace siete años en un bajo mucho más grande de la calle Ceboleira, está siendo más complicado. «Ya no hay apoyos económicos, y si no estás en lo económico, no estás en lo deportivo», explica Amoedo, quien, sin embargo, no rebaja su ilusión por el boxeo. «Tengo 73 años, ¿qué necesidad tengo de estar aquí? Ninguna. Pero no puedo dejar a mis chavales tirados porque no puedan pagarme, para que los coja otro y los ponga a pelear con cualquiera para sacarles dinero. No puedo hacer eso», se explica.

La última velada que organizó, con colaboración del Concello, tuvo lugar el pasado 10 de junio en el Pabellón de Bouzas. En ella debutó como profesional Muslim Abdel Azziz, un joven marroquí que es una de las grandes promesas bajo las órdenes de Amoedo. El boxeador referencia del Saudade en la actualidad es Avelino Vázquez, mientras otros como Mohammed Fakir, Aram Cruz o Aref Fahim se fajan en amateurs. Paco Amoedo se refiere a todos ellos como si hablase de sus propios hijos.

Actualmente, el Saudade intenta organizar una velada cada dos meses, aunque el veterano preparador confiesa que «cumplir el objetivo resulta a veces imposible». Etapas gloriosas como la de los 90 y comienzos de los 2000, en la que los combates eran retransmitidos por Eurosport, van quedando atrás. «Ahora los tiempos son más jodidos, porque hay menos ingresos y el gimnasio sale a pagar, pero es precisamente cuando más tienes que cuidar a aquellos que no pueden permitírselo», zanja Amoedo, fiel a su filosofía de primar las aptitudes deportivas sobre la capacidad económica.

Esta actitud es la que le lleva a recordar con cariño cómo, en los 90, en medio de varias veladas consecutivas organizadas en Nigrán con Ferradás, las revistas se referían a Vigo como «la meca del boxeo español». «Con todos los gimnasios que se han abierto después, ninguno ha igualado nuestro éxito. No está bien que lo diga pero el boxeo en Vigo lo levanté yo», admite orgulloso. «El otro día, hablando con Ledo, le comenté que ahora más que nunca parece apropiado el nombre del gimnasio», explica, antes de reconocer que siente «Saudade por todo lo conseguido».