Un campeón del mundo de ebanistería

Eduardo Rolland
Eduardo Rolland VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Carlos Barcia, alumno del Instituto de FP Acelerada de Vigo, y hoy carpintero en Soutomaior, logró el oro mundial en 1971

06 jun 2016 . Actualizado a las 13:11 h.

Hace 45 años, un chaval de Ponte Caldelas se convertía en campeón del mundo de una disciplina que nunca será olímpica: la ebanistería. Carlos Barcia Arruti, entonces estudiante de carpintería, se imponía en la final ante 265 aprendices de 15 países. Su creación fue una mesilla para tocadiscos. Y tardó 32 horas en construirla, en la gran final mundial que en 1971 se celebró en Gijón. Su historia es una de las vivencias que narra el documental sobre los 50 años del instituto Valentín Paz Andrade, estrenado la pasada semana y dirigido por el realizador vigués Sebastián Coto.

Barcia fue uno de los miles de alumnos que salieron de la Formación Profesional Acelerada, implantada en Vigo en 1965, y que nutrió de mano de obra cualificada el despegue industrial de la segunda mitad del siglo XX. En solo seis meses, de forma intensiva, salían los torneros, fresadores, mecánicos o soldadores que precisaban el naval y la automoción. En el caso de Carlos Barcia, que hoy regenta una carpintería metálica en Soutomaior, su elección fue la de la ebanistería. Como proclamaba en La Voz en 1971, tras recoger su título mundial, la carpintería era su «pasión», casi un juego desde pequeño. Y, tras ganar el campeonato gallego y estatal, se colgó la medalla de oro ante representantes de Corea, Holanda, Irlanda, Alemania, Japón, Suiza, Portugal, Italia, Liechtenstein, China, Inglaterra, Bélgica, Austria y Luxemburgo.

La pista de su historia la dio un antiguo recorte de periódico que se conservaba en los archivos del instituto Valentín Paz Andrade. Y, al contactar con él para la realización del documental, Barcia se mostraba asombrado con que alguien recordase aquel campeonato. «No es algo de lo que vaya presumiendo por ahí», se justificaba, «es bonito como recuerdo, pero yo nunca fui diciéndole a la gente que soy campeón del mundo de ebanistería».

«Fue un certamen emocionante _recuerda_ con banderas de todos los países, prensa, radio, televisión, chavales de todo el mundo... En el campeonato había chinos, holandeses, coreanos, japoneses... no menos de treinta países».

Tras ganar el oro, Barcia se convirtió en aquellos años en una auténtica celebridad, entrevistado en periódicos de toda España y recibido por Su Excelencia, el Jefe de Estado. «Me entrevistaron para la televisión, en radios, en muchos periódicos... presumían de mi historia como un éxito del país», recuerda. Su caso no era el único. La Formación Profesional de la época promovía concursos para motivar a los estudiantes en las distintas especialidades. El profesor Laborda, uno de los primeros en impartir la Acelerada en Vigo, destaca hoy a estudiantes «que llegaron a recibir premios de nivel mundial, de hecho, en Vigo acogimos el certamen nacional de aprendices en 1969».

El diario oficial Arriba dedicó su portada íntegra a aquel campeonato vigués. Antonio Manzanedo, otro de los profesores fundadores del centro, recuerda la dinámica de estos galardones: «Una vez que el alumno ganaba el premio provincial, concurría al nacional, que daba la opción de acceder al internacional. Había premios para alumnos distinguidos, que sacaban notas extraordinariamente buenas... y se les nominaba para premios que iban a recoger a Madrid».

Barcia venció en la final estatal en Bilbao y tuvo la suerte de que el Mundial se celebrase en España. «Si no hubiese sido en la Laboral de Gijón, tal vez habría tenido que viajar a Japón, por ejemplo, y no sé si me hubiesen llevado tan lejos». Los japoneses, de hecho, fueron su mayor sorpresa: «Trabajan la madera en el suelo, sobre un tapete. Nunca en mi vida volví a ver a ningún carpintero trabajar así».

El recuerdo le acompaña hoy: «Es bonito cuando lo piensas, pero más por la experiencia de conocer a todos aquellos chavales de todo el mundo que por la medalla de oro en sí». Carlos Barcia sigue sin presumir de su título. Ni sus vecinos de Ponte Caldelas ni en su carpintería de Soutomaior saben que están conviviendo con todo un campeón del mundo.

la bujía del domingo Por Eduardo Rolland