Vigo-Chernóbil: una vía de esperanza

Begoña Rodríguez Sotelino
b. r. sotelino VIGO /LA VOZ

VIGO CIUDAD

Un grupo de niños de Chernóbil de vacaciones en Galicia, durante una visita a Vigo.
Un grupo de niños de Chernóbil de vacaciones en Galicia, durante una visita a Vigo.

Familias del área acogen en verano a niños de la ciudad rusa que sufrió la catástrofe hace 30 años

27 abr 2016 . Actualizado a las 12:22 h.

Hace 30 años, la noche del 26 de abril de 1986 explotó el reactor número 4 de la planta nuclear de Chernóbil, liberando sobre la atmósfera una cantidad de energía 500 veces superior a la explosión de Hiroshima o Nagasaki. Es el mayor desastre nuclear de historia. Un millón y medio de personas de los alrededores recibieron dosis extremadamente elevadas de radiación y otros millones recibieron radiación interna por contaminación de alimentos.

A raíz de esta desgracia surgieron numerosas iniciativas para trata de ayudar, de una u otra manera, a las personas afectadas. Los niños son siempre los damnificados más sensibles y muchos de los proyectos los tienen a ellos como objetivo principal. Por ejemplo, lo fue en 1996 para dos mujeres pensionistas que, sin apenas medios, pusieron las bases de lo que sería la asociación Ledicia Cativa, que comenzó en Ourense y en el 2002 se constituyó como asociación y se expandió por toda Galicia. Su actividad principal es la acogida temporal de menores de la región rusa de Briansk, la mas afectada por la radiación. Los niños proceden de casas de acogida y de familias tuteladas por la Federación Rusa.

En Vigo y su área metropolitana (también en Nigrán y en Mos) hay varias familias que se han sumado a este proyecto. La de Ángel Pérez Giráldez es una de ellas. Hace cinco años que la pequeña Katza, que ahora tiene 12 años, aterrizó en Vigo para compartir dos meses con su parentela temporal gallega. Desde entonces ha repetido la experiencia creando un fuerte vínculo. «Y este año vuelve. En la asociación se suele hacer así. Cuando un niño viene, lo habitual es que repita», cuenta Ángel, que tiene una hija de 9 años que, del 27 de junio al 27 de agosto, tiene una «hermana» rusa con la que lo comparte todo. En una jornada como al de ayer, en el 30 aniversario del accidente, lo que pretenden estas familias es «contribuir a que la sociedad no se olvide de ellos».

Como Kartza, que ya habla perfectamente castellano, casi todos proceden de la comarca de Novozybkov, donde más radiación nuclear hay en toda la Federación Rusa. Debido a que la esperanza de vida en esta zona es de un 30% inferior a la media del resto de Rusia, las mujeres se jubilan a los 45 años y los hombres alrededor de los 50.

«Obviamente, los niños que llegan con el programa de la asociación no habían nacido cuando tuvo lugar la tragedia nuclear, pero sí la vivieron sus padres y abuelos, y están igualmente expuestos a los efectos a largo plazo que la radiación genera», indica el vigués, que sin embargo añade que los chavales que vienen «están sanos y con sus certificados médicos en regla. Si no, no podrían salir de su país». Y aunque llegan con salud, el hecho es que regresan mucho mejor. La acogida estival les proporciona además de los beneficios del sol, «una alimentación muy rica y variada de frutas y verduras, carnes y pescados».

Algunos estudios sostienen que un descanso mínimo de 40 días viviendo fuera del entorno contaminado, con buen clima y alimentación saludable, pueden aumentar la esperanza de vida en dos años y se llegan a descontaminar ciclo estival, en un porcentaje nada desdeñable, de elementos radiactivos.

La asociación Ledicia Cativa tiene experiencia suficiente para sacar también conclusiones. Han hecho sus propios análisis de datos y como resultado, en el período de acogida los niños engordan una media de 4 kilos, llegando a casos extremos de hasta 13 kilos. El crecimiento medio es de 2,5 centímetros por cada programa, pero hubo varios casos excepcionales de niños que aumentaron sus estatura 7 centímetros en tan solo dos meses.

Ángel Pérez recuerda que el proyecto es exclusivamente humanitario y se trata de aumentar la esperanza de vida de estos niños, el conocimiento de idiomas e incrementar sus vínculos sociales mediante la acogida. Aunque hay una junta directiva, todas las personas implicadas en este proyecto colaboran con iniciativas propias. Por ejemplo, el vigués ha llevado a los chavales a conocer el entorno de la ciudad. «Todos los de Galicia procuramos juntarnos al menos un par de veces durante esos dos meses para que los niños también se relacionen entre sí», cuenta. Las personas que quieran formar parte de este red colaborativa pueden ponerse en contacto con la asociación.

Este año ya es tarde para acoger a un niño este verano, pero se pueden iniciar las gestiones para el próximo. Ledicia Cativa recibe ayudas de diversas entidades públicas y privadas gallegas que ayudan a las familias a sufragar los gastos.