La población de gorriones cae un 25 %

Antón Lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO CIUDAD

Estos animales son un excelente indicador de la calidad de vida en las ciudades

28 mar 2016 . Actualizado a las 23:03 h.

Si un pajarito silvestre se llama, paradójicamente, Passer domésticus (es decir, pájaro doméstico) parece que algo no encaja. Les proponemos un simpático experimento. Piensen en animales salvajes que conozcan personalmente. ¿Cuánto tiempo tardarían en señalar a nuestros vecinos, los gorriones? Las apariencias engañan y ciertamente cuesta pensar que estas aves urbanas son animales silvestres, pero lo son. Nuestra percepción tiene mucho que ver con una evolución conjunta. Nuestros amigos nos acompañaron prácticamente desde el inicio de la agricultura y así, poco a poco, se creó esta interdependencia.

Actualmente, si nos fijamos en un mapa de los asentamientos humanos estables en la tierra y lo superponemos con el área de distribución de los gorriones encontramos una coincidencia exacta, desiertos y zonas polares incluidas y todo eso en apenas 30 gramos de pajarito. Donde hay gente, hay gorriones y de esta forma nuestros protagonistas son sin duda el ave más abundante del planeta, entre otras cosas porque comparten con nuestra especie una extraordinaria capacidad de adaptación. Describirlos parece absurdo; es tan sencillo como asomarse a la ventana especialmente estos días que andan nuestros amigos con sus amores y sus broncas, que de todo hay cuando empieza la época de cría (la primera de sus dos ciclos anuales) por lo que resulta fácil verlos y escucharlos, o debería serlo, porque ya se imaginarán que las cosas están cambiando, y para mal.

En todo el mundo las poblaciones de gorrión están descendiendo vertiginosamente. Las causas de este descenso global y local son coincidentes. Por una parte los modernos edificios no ofrecen ni la más mínima posibilidad de asentar sus nidos. Las zonas verdes urbanas se reducen drásticamente, pues para las aves los arbolitos podados con saña en lugar de árboles y considerar que todo lo que no sea una pradera de césped cortada al cero son «malas hierbas» no es una zona verde. Añadan el incremento en el uso de herbicidas y pesticidas y ya tenemos todos los ingredientes para el desastre. El declive de la especie es tan alarmante que la Sociedad Española de Ornitología decidió con buen criterio elegirla como «ave del año 2016».

Cuando nos referimos a los problemas de los animales no humanos surge una pregunta pertinente: ¿y a mí que me importa? Que en realidad, quiere decir ¿y esto a mí me afecta? Pues sí, y mucho. Los gorriones son excelentes bioindicadores de calidad de vida urbana. Su desaparición es una importante señal de alarma que nos advierte sobre la ruptura de los procesos ecológicos de los que tanto ellos como nosotros dependemos.

Esto tiene su aplicación práctica, que podría ser: ¿Vive usted o piensa usted mudarse a alguna zona de Vigo? Dedique unos días a pasear por el entorno. ¿Observa usted muchos gorriones? Felicidades, es un buen lugar para vivir. ¿No se ve ni un solo pajarito? Le recomendamos que salga huyendo. Sería muy difícil cuantificar el descenso en la población de gorriones vigueses, porque para empezar sería complicado dar una cifra de cual pudo ser su número en su mejor momento, pero que en cualquier caso superaría como mínimo los cincuenta mil pajaritos entre casco urbano y zonas rurales. Lo que constatamos es que también en Vigo su descenso es alarmante, y todos los «pajaritólogos» consultados coinciden en que en el mejor de los casos al menos hemos perdidos un 25% en las últimas tres décadas, y que el proceso de extinción se está acelerando en estos años. Hace más de medio siglo nos advertía Rachel Carson en su imprescindible libro Primavera Silenciosa que podría llegar un día en el que no se escuchara el canto de las aves. Ese silencio anunciaría el principio del fin, también, de nuestra especie.

¿Cómo se soluciona?

Haciendo una ciudad más amigable para las aves, que se dice fácil pero tiene su complejidad. ¿Sería tan difícil que los arquitectos diseñaran las fachadas de los edificios pensando en la fauna silvestre? ¿Sería tan difícil que en el Concello se entendiera el desahucio que supone cambiar un árbol por un palo? ¿Es tan complicado pensar que necesitamos vitalmente ser una ciudad aliada con la naturaleza y no su enemiga? ¿Es tan difícil entender que no hay que desbrozar sistemáticamente todo, y entender que en los parques es imprescindible dejar zonas «a monte»? ¿Todavía no entendemos que las pocas islas de naturaleza silvestre que nos quedan en la ciudad son un tesoro, una inversión de futuro?

Y finalmente, aquellos vecinos y vecinas de Vigo, alcalde incluido que consideran algunos árboles autóctonos como «dañinos, malignos, que no valen para nada» que consideran insoportables los bichos, que consideran las plantas y zonas silvestres en los parques como focos de infección y malas hierbas? ¿No se sentirían ustedes más a gusto viviendo en un confortable y bien blindado y fumigado búnker subterráneo?

El descenso es alarmante en las últimas tres décadas y se está acelerando