Álvarez

Jorge Lamas Dono
Jorge Lamas EL ÁTICO

VIGO CIUDAD

23 mar 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Estos días se ha vuelto a hablar del Grupo de Empresas Álvarez a propósito de las quejas vecinales por el estado de abandono de la parcela de Coruxo. Es una buena ocasión para volver a la gran asignatura pendiente: el patrimonio industrial de la ciudad.

Vigo, esa pujante ciudad motor de Galicia, sigue teniendo un catálogo patrimonial básicamente rural. Hórreos, lavaderos, pazos, palomares y no sé cuantos elementos propios del mundo agrario «enchen» este catálogo, que está incluido en el fallecido Plan Xeral de Urbanismo. Todo muy protegido y clasificado.

Mientras tanto, la Panificadora, Alfageme, Álvarez, la Artística y muchos otros edificios fabriles de la ciudad esperan su derrumbe natural sin prisa. El desprecio por este aspecto del patrimonio vigués es absoluto. Cualquier ciudad del mundo ya hubiese desenterrado y puesto en valor los restos de la fábrica de salazón romana que está en Marqués de Valladares, posiblemente el primer edificio industrial de Vigo.

Aquí, se mira para otro lado, esperando que todo se olvide o que caiga otro trozo más de edificio hasta la destrucción total. ¡Y no hay manera! Por mucho que después los periodistas nos hagamos eco de ideas «muy chulis» para rehabilitar tal edificio. No, ese no es el problema. Ideas sobran. Lo que falta es voluntad política para afrontar la cuestión. Quizá haya que esperar a que estos elementos sean ya objeto de estudio de la arqueología. A poco que esperemos, partes importantes de la ciudad se convertirán en una especie de foro romano plagado de restos de los fueron nuestras industrias.