La policía cree que la discapacitada de Vigo murió de un paro cardíaco por pena

e. v. pita VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

XOAN CARLOS GIL

La mujer estuvo sola 15 días, desde que su padre, que la cuidaba, fue hospitalizado

01 mar 2016 . Actualizado a las 18:10 h.

La policía cree que la muerte de C.S.R., la discapacitada de Vigo que vivió sola 15 días en su piso tras la hospitalización de su padre, se produjo por causas naturales, presumiblemente por un paro cardíaco. Un primer examen no halló síntomas de inanición. Todo apunta a que la mujer sufrió una crisis de ansiedad, quizás por pena, en el momento en el que su padre, que era quien la cuidaba, fue ingresado en la uci tras pasar una semana en la planta del hospital y dejó de tener noticias de él. Según la tesis policial, la mujer no salía de casa, se sintió sola, ya no pudo comunicarse con su progenitor en la uci y eso perjudicó su salud. Al parecer, ella tenía miedo a los médicos y a ser ingresada.

Una vecina que se comprometió con el padre a ayudar a la hija discapacitada asegura que avisó a las autoridades de la mala salud de la mujer, pero tardaron en actuar. La panadera María del Carmen Montero dice que alertó a los servicios sociales del Concello de Vigo de la grave situación de salud que atravesaba su vecina, de 52 años. La vio muy enferma y pensó que necesitaba atención porque no sabía cuidarse sola. Cuatro días después, los bomberos hallaron el cadáver de la mujer, que murió en su cama. Ahora, la testigo culpa a la lenta burocracia del Concello y de la Justicia por no haber actuado inmediatamente.

«Me entra cargo de conciencia, pero yo ya avisé al padre de que tenía que buscar a una cuidadora que se hiciera cargo de la hija por si a él le pasaba algo. Él no fue consciente de que ella necesitaba mayor vigilancia. De haber sabido lo que iba a pasar me hubiese puesto a gritar en el ambulatorio de Coia para que algún médico la sacase de ese piso. La actitud de los servicios sociales fue buena, pero no tienen las armas adecuadas para actuar en casos muy urgentes, tuvieron que seguir el protocolo y pidieron una autorización judicial para entrar en el piso pero se la denegaron», cuenta la panadera.

Las últimas personas que vieron con vida a la discapacitada fueron María del Carmen, que hablaba con ella a diario por teléfono para darle noticias del padre hospitalizado hasta que fue ingresado en la uci, y una amiga. La mujer tenía la costumbre de hablar con voz alta por teléfono, pero llevaba unos días que su tono era «débil, como un jadeo». Preocupadas, la panadera y su amiga subieron el martes por la noche al piso para interesarse por la salud de la hija de su vecino. Ella les abrió la puerta, cosa que les pareció insólita porque solía estar encerrada en casa y no abrir a nadie. «Me dejó pasar, era gente hermética, su terror era que la ingresasen en un centro», cuenta Montero.

«Muy delgada y muy débil»

Una vez en la casa descubrieron que la discapacitada no había comido nada de los víveres para un mes que le había dejado su padre en una encimera, que seguía repleta. La testigo asegura que la notó «muy delgada y débil, se saltaba las sílabas al hablar, tenía las piernas y brazos morados, se veía que su salud estaba resentida y que no estaba bien. Primero dijo que tomaba embutidos pero luego, a preguntas de mi amiga, admitió que no comió nada en diez días, desde que su papá ingresó en el hospital. Al día siguiente avisé a los servicios sociales porque yo creía en esa institución», dice. El miércoles habló otra vez con ella por teléfono, solían comunicarse varias veces al día, pero su «voz parecía como si tuviese asma, me decía que estaba bien y que había comido pero yo sabía que me mentía».

Los servicios sociales acudieron el jueves a la vivienda de la discapacitada, en un segundo piso del número 46 de la avenida de Castrelos. Llamaron al timbre varias veces, pero ella no les contestó ni abrió la puerta. La panadera y dos amigas llamaron ese día numerosas veces al teléfono de la discapacitada, pero no atendió las llamadas. «Estuvimos llamando las tres como locas y los servicios sociales, pero no nos contestaba», cuenta Montero. Todo apunta a que el jueves falleció.

Los servicios sociales avisaron a la Fiscalía y al juzgado. Según la panadera, desde el juzgado se descartó intervenir el mismo viernes al suponer que la residente en el piso se había marchado de casa.

«Ella era muy alegre, siempre estaba de broma, pero los últimos días la vi apagada»

La panadera Montero cuenta que ella misma visitaba al padre en el hospital mientras estuvo en planta y le daba noticias a la hija todos los días por teléfono. «Al padre lo conozco desde hace 18 años y con ella tengo trato desde hace tres porque venía a comprar el pan. Mientras su padre estaba enfermo, hablábamos cinco veces al día, llamaba para contarme cosas. Los médicos nos dijeron que el padre se iba a reponer, ella sabía que iba a mejorar», recuerda.

«Los servicios sociales vinieron hace un año a ese piso pero la familia los rechazó. Creo que ni siquiera tenían expediente de ella. Ayer me explicaron que cuando fueron a la casa el pasado jueves tuvieron que hacer sus trámites, que siguieron la normativa, pero me parece obsoleta, alguien debería poner la mano ahí, darles más poder a las asistentes sociales para poder hablar con el juez de inmediato si no les abren la puerta. No quiero que le pase esto a nadie más», dice Montero.

La panadera insiste en el carácter alegre de C.S.R. «Ella era feliz en casa. Comentaba cosas de los informativos de televisión, siempre hacía bromas con su padre, yo le llamaba niña o cariño, pero tenía sus limitaciones, una edad mental de 13 años. Los últimos días la vi apagada, su salud se resentía por alguna enfermedad y no resistió, pero yo no soy de la familia, el padre está en el hospital, yo no tenía poder para intervenir en un caso como este salvo alertar a las autoridades. Pensé que los servicios sociales entrarían antes en la casa», relata.

La Consellería de Benestar Social no tiene constancia de que la dependiente estuviese en sus archivos ni saltó ninguna alarma al ser ingresado el padre. El juzgado de Instrucción número 3 de Vigo lo tramita como muerte judicial y espera a conocer la autopsia.