El desguace de barcos es una actividad contaminante

Antón Lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO CIUDAD

Diego Alonso Freire

Los ocho mil puestos de trabajo del sector pesquero están en peligro si no se apuesta por una ría saneada

29 feb 2016 . Actualizado a las 12:18 h.

Pensarán que no tiene mucho que ver una simpática cría de foca con el futuro de la economía en nuestra comarca. Aunque parece complicado, la ecología nos permite hacer estas relaciones. Llegó el martes a Camelle, herida y buscando refugio y alimento. Ahora se recupera en Nigrán, atendida por la Cemma, por supuesto sin ayudas públicas.

Por esas ironías del destino, el día de los Santos Inocentes, la factoría Vulcano solicitaba la autorización para añadir a su actividad de construcción naval una línea de desguaces. La cosa está muy mal en el sector y apostaban por diversificar. Si estas cosas fueran lineales podríamos pensar que solicitar esa autorización lleva implícito que se carece de la misma. Pero a veces las apariencias engañan y suponemos, consiguientemente, que lo que se hizo allí con las superestructuras de la fragata F71 Baleares a finales de 2014 no era desguace, sino otra cosa. De todas las actividades relacionadas con el sector naval, el desguace es la más impactante ambientalmente, por lo que no es casual que mayoritariamente se realicen en Asia donde las normativas de protección ambiental, y digamos sobre salud laboral, no existen. Solamente los tratamientos de aguas de lastres, aguas de sentinas, gestión de residuos tóxicos y peligrosos, y un largo etcétera convierten dicha actividad en una bomba de relojería ambiental. Máxime cuando nos situamos en un ecosistema semicerrado como la ría de Vigo y en el vértice de la corriente de entrada que distribuye la contaminación por todo el entorno.

Consciente de ello, suponemos, el presidente de la Autoridad Portuaria condicionaba la autorización del proyecto a las «absolutas garantías ambientales». Pero como biólogo (y ex conselleiro de Pesca) López Veiga sabe que dichas garantías absolutas son imposibles. Si tiene alguna duda, no tiene más que echar un vistazo a los fondos de A Lagoa. Años después de finalizar la actividad de desguace allí existente, esa playa sigue considerándose no apta para el baño y donde, a pesar de la contaminación de todo tipo, los vecinos siguen furtiva y alegremente consumiendo sus bivalvos (las consecuencias son a medio plazo). O bien observar en Ríos la actividad de los desguaces existentes, por si considera que son ambientalmente seguros.

En estos casos en los que conservación de la naturaleza y desarrollo industrial tienen complicada coexistencia, siempre se antepone, y mucho más en la situación actual, el argumento definitivo de los puestos de trabajo. Ese poderoso argumento desequilibra definitivamente la balanza a favor del crecimiento industrial y pone a los ecologistas como enemigos del progreso y, por si fuera poco, mezquinos destructores de empleo a los que nos preocupan más las focas que las personas. El problema es que ese tópico, que interesadamente se sigue difundiendo para desacreditar a nuestra tribu, ya no cuela. Al proyecto de Vulcano se presentaron las pertinentes alegaciones ecologistas de WWF, pero también de las cofradías de pescadores y mariscadoras.

Olvidemos la naturaleza, y hablemos de trabajo. La Cooperativa de Armadores de Vigo publicaba en 2012 que el número de empleos directos del sector pesquero en Vigo y su área ocupaba a 8.597 personas. Si le añadimos los datos del Instituto Gallego de Estadística, los empleos indirectos en el área de Vigo añaden a esa cifra, entre sector productivo y servicios, a 396.300 personas más. Hablamos de casi 80 veces más puestos de trabajo que Citroën.

Durante muchos años vivimos en la ilusión de que todo este empleo tenía como base algo sólido e inmutable, pero la realidad nos demostró que estos puestos de trabajo dependían de algo tremendamente frágil: el equilibrio ecológico y la salud ambiental de la ría.

Por defender aquellos 5.000 puestos de trabajo se cambian normas urbanísticas, se cambian leyes específicas, se recortan salarios, se aumentan horas de trabajo y se entregan decenas de millones de ayudas públicas a una empresa privada. La pregunta sería ¿cómo negarse a todo esto si nos jugamos 5.000 puestos de trabajo? Y aquí los ecologistas, y la foca, planteamos la pregunta: ¿Qué estamos dispuestos a hacer para defender nada menos que 400.000 puestos de trabajo? O lo que es lo mismo. ¿De verdad lo más importante son los puestos de trabajo? Si nos lo creemos no hay otra opción que garantizar el equilibrio ecológico de la ría, pues de ella depende todo. Si consideramos que la importancia de los puestos de trabajo es relativa, que «unos sí y otros no» entonces nuestra foca, y 400.000 vigueses, se enfrentan a un panorama poco esperanzador, porque esa foca es uno de los indicadores de que la ría está viva, y si ella vive viviremos todos, y todo.