Una crónica alucinante

VIGO CIUDAD

El retrato de Vigo en 1934 del escritor británico Laurie Lee deja notas entre poesía y el desvarío

07 dic 2015 . Actualizado a las 09:53 h.

En 1934, en plena República, llegó al puerto de Vigo un pasajero que escribió una de las crónicas de viaje más alucinantes que sobre la ciudad olívica se hayan escrito. Se llamaba Laurence Edward Alan Lee y pasó a la posteridad como Laurie Lee. Este escritor británico, nacido en 1914 y fallecido en 1997, dejó notas sobre Vigo en las páginas de su obra As I Walked Out One Midsummer Morning , publicada mucho después de su visita, en 1969. Tengo el libro porque me lo regaló hace años un colega inglés. Y no daba crédito a lo que leía. La vocación poética de Laurie Lee podría justificar su tono lisérgico. La alternativa es que escribiese bajo los efectos de un narcótico. Si seguimos los principios de la navaja de Ockham, la segunda explicación es la más probable. Llega Lee al puerto de Vigo y se queda atónito: «Los primeros sonidos tenues de España. Un perro aullando, el rebuzno de un burro, el delgado y agudo canto de un gallo. Subí embalado a la cubierta brillante del barco y el sol español se elevó y me descubrió la silueta de la ciudad. Aquello me recordó las superficies más suaves de Inglaterra. Vigo me impresionó como una aparición».

Pero la fascinación del escritor británico dura poco. En cuanto pone pie a tierra, parece que descubre una ciudad fantasmal, una especie de Comala de canallas, habitada por espectros. Las casas de la ciudad, según Lee, «parece que se elevan desde el mar como un naufragio corroído por el óxido, viejas y blanqueadas como las rocas alrededor».

Cuando desembarca, el escritor no ve «ni humo ni movimiento en las casas», que le ofrecen una visión fantasmal: «todo parece tranquilo», escribe, «como si esperasen el regreso de una inundación». Pero valora O Berbés, porque le parece «un pueblo sumergido en luz verde húmeda (...) bañado por la marea». Laurie Lee describe la ciudad como si estuviese viviendo un sueño. Camina por las callejas del Casco Vello y se cruza con «hombres ahogados que se yergen desde las aceras y estiran sus brazos, encendiendo cigarrillos y sacudiéndose la noche de sus ropas». En su paseo, parece adentrarse en el barrio chino, donde observa mujeres «que bajan por las calles con el cabello como bobinas que chorrean alquitrán y una boca grande, roja y salvaje».

Resulta evidente que la poesía era la gran pasión de nuestro ilustre visitante, aunque nunca triunfó en este campo. Sus escritos periodísticos, sus libros de viajes y sus memorias fueron los que le granjearon el éxito y le llevaron a ser caballero de la Orden del Imperio Británico. En especial, gustaron a sus compatriotas sus relatos sobre la Guerra Civil Española, aunque algunos críticos de su obra dudan de que la viviese en primera persona. Se cree que muchos de sus escritos autobiográficos son pura invención literaria, lo que también podría suceder con este retrato dedicado a Vigo.

Continúa Lee su periplo vigués por la plaza de la Constitución, donde junto al ayuntamiento encuentra una barbería (tal vez la que estaba situada bajo los soportales) en la que le sorprende en una ventana una fotografía de Karl Marx. A su lado hay «un policía armado, sentado en las escaleras del consistorio».

Mientras va cayendo la tarde, Laurie Lee define Vigo como una ciudad «fría y sin luces», bajo un «atardecer muerto en azul». «Sólo el cielo y el océano se mantienen vivos, entre inmensos arroyos de llamas», lo que nos evoca una puesta de sol en las islas Cíes. Aunque no descrito desde una absoluta sobriedad, desde luego.

Hay muchos escritores insignes que han dejado textos sobre Vigo a lo largo de la historia. El de Laurie Lee es el que se lleva la palma, y también la oliva, en la categoría de lo alucinante.