Vitrasa 2047

VIGO CIUDAD

29 oct 2015 . Actualizado a las 09:27 h.

Si algo de bueno tiene esperar el autobús es que te proporciona grandes momentos de reflexión. Grandes, sí. Amplios, interminables, prolongados y habituales. Y es que por razones difíciles de comprender, aunque por una parada pasen dos o más líneas que te servirían para acercarte al punto al que quieres llegar y que supuestamente tienen distintos horarios, al final pasan todos a la vez, lo que supone estar al menos quince minutos dándole a la sesera. Si te pilla la espera sin cobertura y nada para leer, comienzas a darle vueltas a la tarjeta de Vitrasa. Y entonces reparas en su fecha de caducidad. ¡Año 2047! Caray, qué optimismo se gastan los poseedores de la concesión de transporte público municipal. Por otra parte, esto supone que hasta dentro de 32 años debo tratar de salvaguardar la integridad física de este tesoro de plástico que para sí quisieran los empadronados en Redondela, pero no pueden, ¡Ja! Al menos, ahora.

En el año 2037 no se sabe qué pasará, pero el alcalde actual ha dicho no hace mucho que piensa seguir como regidor de Vigo hasta el infinito y más allá, así que, por si acaso, cuiden su tarjetita como quien custodia una rara alhaja.

Además, pasarán muchos años hasta que lleguen a los buses vigueses un sistema de pago de esos de ciencia ficción, con reconocimiento de la huella digital o pupilar. Y para eso igual además de estar empadronado en Vigo hay que tener en el banco, al menos, un millón de euros.

Y es que o mucho cambia el cuento, o en este sistema de transporte público no habrá manera de disfrutar compartiendo con quien te de la gana, las ventajas de tener una reducción en el precio, no a cambio de nada, sino de la millonada que aportamos todos de nuestros impuestos, anualmente y por convenio, a la empresa concesionaria.

begona.sotelino@lavoz.es

Hasta dentro de 32 años debo tratar de salvaguardar su integridad