El jarro de agua fría cayó sobre los ánimos vigueses el 18 de julio. Ese día, en San Sebastián, tenía lugar la asamblea extraordinaria de la Federación Nacional de Fútbol. La votación fue muy ajustada pero suficiente. Los antiponencistas, es decir, los contrarios a la ampliación de la liga a catorce equipos, obtuvieron 98 votos a favor. Contra ellos se manifestaron 37 delegados y otros siete se abstuvieron.
Conocido el resultado, el delegado del Real Club Celta echó en cara al del Atlético de Madrid su decisión contraria y recomendó que sus jugadores no visitasen Vigo porque «sufrirían las consecuencias de su actitud». Las protestas oficiales también fueron inútiles. En esta temporada jugarían en Primera doce equipos. La federación dejaba en la élite al Arenas, que había descendido, y permitía el ascenso del Sevilla y del Atlético de Madrid. La Segunda División, en donde militaría el Celta, se complicaba más porque se formaban tres grupos de ocho equipos cada uno, atendiendo a criterios de proximidad. El Celta quedó primero en su grupo pero no logró ascender. Eso ocurriría en junio de 1936, aunque el equipo vigués se vio obligado a esperar a que concluyera la guerra para debutar por fin en la máxima categoría del fútbol español. Aquel equipo contaba con varios jugadores que habían ganado al Zaragoza.