Arte contra los callejones tristes

Mili Méndez

VIGO CIUDAD

XOAN CARLOS GIL

Los adjetivos que les colocamos a las ciudades no son algo estático, están en constante transformación. Eso es lo que creen Los poetas, diseñadores y artistas plásticos que están tatuando Vigo con murales y palabras. Sabemos que la ciudad más grande de Galicia es industrial, pero ¿Qué más?

12 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Las escaleras que conectan Rúa Roupeiro con Rosalía de Castro son un lugar de tránsito en el que se acostumbraba acelerar el paso. No apetecía demasiado pasar por allí, más aún de noche. Lo decimos en pasado porque este rincón antes gris y casi invisible para los ojos del que lo cruza a diario ha cambiado. María do Carme Kruckenberg ha llegado del otro mundo para presidirlo. Un enorme mural de la poetisa viguesa fallecida el pasado 16 de mayo ha sido capaz de alterar las sensaciones que se experimentan al ascender por estos peldaños. Ya no es un callejón triste. «Internet es el mayor termómetro. Eran unas escalinatas que nadie conocía y ahora la gente presume de ellas. Es increíble. No paran de fotografiarlas y compartir menciones en las redes», cuenta satisfecha Patricia Sánchez, una de las integrantes del Proyecto Ewa. Una docena de creadores, algunos amateurs y otros profesionales, que se han unido por una buena causa: el amor a Vigo. «¡Qué gusto ir a trabajar viendo esto!», es uno de los piropos que les han caído por este retrato. 

El escritor Agustín Fernández Paz fue uno de los primeros en comentarlo en Twitter: «Batín con esta homenaxe». Al responsable del dibujo hiperrealista basado en una fotografía de Isaura do Campo, Marcos Míguez Puhinger, no solo lo han felicitado transeúntes sino también los más allegados a la poeta. «Todavía no tenía el cuadro acabado y vinieron por aquí. Me dijeron que era su mirada, que había sabido captar su alma. Eso es maravilloso». Aunque es de Redondela no se puede tener un corazón más vigués: trabajó una década atado a una de las cadenas de montaje de Citroën. Lo dejó por los pinceles y por el boli bic, con el que también dibuja. Sus manos fueron las responsables de recrear a Kruckenberg pensativa en una biblioteca, pero la escritora no está sola. La acompañan dos de sus versos: «O mellor galano que che pode dar a vida é vivila» y «Eu aínda creo que hai homes capaces de arrincar a derradeira semente do amor e tremar por ela». Tal vez buena parte de los vigueses no los conocían, aunque sí les suene el carismático rostro de su autora. «Una imagen impactante te obliga a pararte, una cita te hace dar la vuelta», añade Patricia. Ella escribió el primer poema con el que este colectivo se presentó hace unos dos años de forma anónima. «El cielo enrojece cuando miras hacia arriba» provocó que las miradas se volvieran a posar en el destartalado escaparate de la mítica y ya cerrada joyería Hardo de la calle Colón. «Era una preciosidad de local y la nuestra fue una obra efímera porque arrancaron el papel con el poema a los pocos días», reconoce no sin cierta pena. A diferencia de los grafitis de otros artistas, los del Proyecto Ewa suman al estímulo visual el enganche de la palabra. «Lo que ocurrió con el mural de la calle Roupeiro indica que hay un lugar para la poesía en la calle. El mejor homenaje que se le puede hacer a un escritor es leerlo. Ojalá que guste, que despierte curiosidad por su obra y los libros de Kruckenberg se agoten», expresa entusiasmada. 

Un niño gigante jugando entre peces en lo alto de una pared de Gregorio Espino, obra de Alejandro Fernández, y las medianeras de la calle Teixugueiras en Navia son otras de sus actuaciones. Arte y poesía para todos los públicos. «Si te fijas en las paredes de las ciudades verás que hay muchos mensajes. Muestran quejas, reivindicaciones, son información. Nosotros siempre intentamos adaptarnos al espacio en el que vamos a hacer la acción. Nos gusta la interacción con la comunidad. Por ejemplo, Navia es un barrio que acaba de nacer. Antes de ponernos a pintar quisimos saber qué era lo que preocupaba allí. La obra final es un reflejo de lo que ocurre y lo que se desea», apunta Patricia. Convencida de que el arte urbano puede cambiar el paisaje y la geografía del lugar que lo cobija Belén Vallina se sumó a la iniciativa. «La mayoría tiene su actividad principal, que nada tiene que ver con esto. Sentíamos que debíamos hacer algo. Dignificar el espacio donde vivimos», explica. Después de una temporada fuera, Belén regresó a Vigo hace poco más de un año. «Cuando llegué sentí como el pesimismo, el lamento constante, lo impregnaba todo. Si te fijas, los versos que escribimos quieren transmitir todo lo contrario. Alegría, sí. Las palabras pueden despertar determinadas actitudes, levantar el ánimo, hacerte reflexionar. Con esta poesía en los muros queremos romper con la élite, hacerla accesible a todos », insiste. 

Revolución con color

Los integrantes de Ewa no están solos. Desde hace unos meses la ciudad industrial está mudando de piel. El ladrillo a la vista, las pintadas, los muros de cemento, el feísmo, están perdiendo terreno. El 2015 ha comenzado con varias inauguraciones: la nueva fachada del colegio Illas Cíes a cargo de Peri, el «Colono Atlántico», la lona de 25x9 metros de Darío Álvarez Basso en Arenal, cerca de la estación de Guixar, el mural del pintor Xavier Magalhaes junto a la Pinacoteca, en el Casco Vello, el de Elisa González en Vía Norte o la medianera en la calle Hispanidad de Liqen. Arte social, como lo definen, que invita a hacer una ruta cultural por las calles sin tener que entrar en un museo. «A Vigo ?dice Belén Vallina- le faltaba chispa». Los vecinos de la calle Zaragoza fueron los primeros en darse cuenta. Bajos comerciales vacíos, un ambiente en cierto modo de abandono, no animaban a hacer vida fuera de casa, en su calle. La zona se convirtió en el 2011 en pionera decorando sus paredes. Fue gracias a la iniciativa de sus vecinos, mecenas de artistas como Gonzalo Alonso y Antonio Barbará, más conocido como Powone. La última que lleva su firma es «Urzáiz, 1925», una pintura que traslada al Vigo de finales de los años veinte, por el que circulaba el tranvía y el Cine Odeón iluminaba las noches con los estrenos en blanco y negro. Como referencia Powone utilizó imágenes del Archivo Pacheco. Una reproducción de 18 metros de una fotografía de O Berbés de 1930, o la mujer que porta una ?patela?, son otros de sus grafitis en la calle Zaragoza. Ahora ya cuentan con el apoyo municipal. Con la iniciativa «Vigo, una ciudad de color», el Concello se ha tomado en serio la idea de que las cuestas dejen de ser lo primero que le viene a uno a la cabeza cuando piensa en la urbe. 

Lisboa como referente

En su página de Facebook, los integrantes de Ewa se presentan con una cita de Eduardo Galeano: «Soy un gran lector de paredes, que es la imprenta de los pobres». La frase no les puede venir más al pelo. «El grafiti se veía como una gamberrada, sin embargo, si está bien hecho y es cuidado, ha demostrado que puede transformar lo decadente en algo vivo. Ha ocurrido en Oporto, que nos lleva mucha ventaja. Antes allí se multaba el arte urbano, ahora se han dado cuenta de que reprimirlo no tenía sentido, entre otras cosas, porque ha rejuvenecido la ciudad», apunta. Ámsterdam, Londres, incluso Bogotá y, por supuesto, Berlín, apuestan por las grandes pinturas para saludar cada mañana a sus habitantes y recibir a los que vienen de visita. Son otras gracias al Street Art. «Para nosotros Lisboa es un referente, un museo al aire libre. Siempre fue una ciudad mucho más aperturista», dice Belén. ¿Conseguirá Vigo lo mismo? «Poco a poco se está logrando», cree. Su compañera de Ewa, Patricia, opina igual. «Vigo, además de fabril, también puede ser transformador, colorido, poético».