Los feriantes de Coia: el eterno retorno debajo de un puente

brais cedeira VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

ALBA PEREZ

Sin agua, ni luz ni contenedores, las 60 familias denuncian año tras año el trato por parte de los organizadores

04 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Aarón Monterrubio recorre todas las mañanas el camino que va desde el puente de la VG-20 del río Lagares, en la avenida de Ricardo Mella, hasta el Alcampo, de la avenida de Madrid. Allí compra garrafas de agua para bañar a su hija, de apenas unos meses. «La hiervo antes, para poder bañarla en condiciones», asegura. Lo hace durante los días que él y las otras 60 familias de feriantes que cada año participan en las fiestas de Coia y de Bouzas despliegan sus caravanas en la explanada que el Concello y la comisión de fiestas de Coia disponen para que pernocten debajo del puente. Un año más se han encontrado con el mismo panorama: no disponen de agua, ni tampoco de luz que accione los electrodomésticos que traen consigo. «Tenemos que llevar en el coche las bolsas de basura y tirarlas en el primer contenedor que encontramos. No somos animales. Merecemos el mismo trato que al resto de las personas», exige Monterrubio. Él y otros se disponen cerca de las cinco de la tarde para acudir a sus puestos en el barrio de Coia.

Coches, camiones, remolques componen un paisaje casi dickensiano bajo el puente de la autopista de Navia. Entre las destartaladas caravanas y los tendederos de ropa discurre una manguera de 500 metros, que ellos mismos han dispuesto desde el río hasta la zona donde están acampados. Todos los feriantes coinciden: ya están acostumbrados a la situación. «Somos casi doscientas o trescientas personas y nadie se hace cargo. Tenemos luz y agua porque lo conseguimos nosotros, y tenemos que hacer turnos para ducharnos», explica uno de los feriantes, quien prefiere no desvelar su identidad.

En las horas que están trabajando en los puestos de la feria no queda nadie vigilando las caravanas. «No es porque lo exijamos nosotros, pero luego pasa lo que pasa. Pasa cualquiera por aquí y nos roban como el año pasado, cuando se llevaron una lavadora», exclama Monterrubio. La seguridad en la explanada de las caravanas brilla por su ausencia.

La tónica habitual

No es la primera vez que surge la polémica con los feriantes de las fiestas de Coia. Ya en los últimos años protagonizaron roces con el Concello y las comisiones de fiestas de Coia y Bouzas. Hace dos años el alcalde de Vigo, Abel Caballero, tomó la decisión de expulsar de las calles de Navia a los feriantes para situarlos en el espacio que hoy ocupan. «No somos como la gente nos pinta. Solo pedimos lo básico, unas condiciones mínimas. Y ahora estamos en las mismas: debajo de un puente», afirma el propietario de otra de las caravanas.

«No tenemos más remedio que venir cada año, nos jugamos mucho dinero, que además pagamos por adelantado...», se lamenta Aarón Monterrubio, mientras recoge sus bártulos. Se dispone a enfrentarse al primer día de fiestas.

Año tras año, los feriantes de Coia se ven abocados al eterno retorno bajo el puente del Lagares. Siempre confían en que el asunto se haya resuelto, pero todo se queda en un espejismo. La explicación resulta bien sencilla: al final del día, hay que tener para comer.

«Solo ocurre aquí esta situación»

Los feriantes que durante estas semanas se instalan en Coia para trabajar en las fiestas conforman una especie de gran familia. Las casi doscientas personas pasan el año de ciudad en ciudad, de feria en feria. Se conocen muy bien entre ellos, pues llevan años viajando juntos. Todos coinciden en que el trato entre unas y otras ciudades es totalmente diferente. «Si yo te hablo de otros sitios esto se queda primitivo», asegura uno de los feriantes. «Llegas a otras ciudades, como Pontevedra, donde acampas con tu luz, tu agua, tu sitio en condiciones en el que no tienes ningún problema. En las fiestas de Cangas nos habilitan incluso un campo de fútbol para que nos instalemos cómodos. Solo ocurre aquí esta situación», asegura.