La Oliva

Jorge Lamas Dono
Jorge Lamas EL ÁTICO

VIGO CIUDAD

01 jul 2015 . Actualizado a las 09:40 h.

No está muy claro por qué pero el hecho es que a Vigo se la relaciona con los olivos. Quizá la causa esté en el nombre de la calle que flanquea por el norte la concatedral, la Oliva. Quizá en ese punto de la antigua villa se irguió en el pasado aquel olivo que, según la tradición, fue talado cuando se cayó la vieja iglesia gótica de Santa María. El mismo del que alguien se llevó un esqueje para continuar una tradición que, hoy en día, podemos apreciar en el Paseo de Alfonso.

A lo mejor, el frondoso y secular olivo, del que los vigueses desgajaban ramas para celebrar la entrada de Jesús en Jerusalén, era visto desde los barcos visitantes de la ría antes de fondear en la poza del puerto, frente al Areal. Pudiera ser que los marineros aplicasen entonces el adjetivo olívico a este punto de la costa, que con el paso del tiempo adquirió las dimensiones actuales.

Cualquier visitante puede hoy en día ver olivos por los rincones más insospechados de la ciudad. Los hay en rotondas y en calles, en plazas y en parques. El alcalde llegó a presumir no hace mucho de que había más olivos actualmente que en tiempos de los Reyes Católicos, que se supone que fueron quienes impulsaron su desaparición en la zona.

Entre todo este parque vegetal hay unos especímenes que llaman la atención sobremanera. Son los olivos que adornan la Porta do Sol. Y no es por la poda modernilla que los corona, que parece en algunos caso el peinado de Grace Jones. Todo lo contrario. Sorprende cómo pueden sobrevivir unos árboles con tan poco calado. No hay que olvidar que bajo la Porta do Sol hay un aparcamiento subterráneo. Así que estos olivos son tan ficticios como el «buxo» que tienen enfrente. Todo es puro espectáculo, un metáfora de la transformación que está experimentando esta ciudad.

jorge.lamas@lavoz.es

Bajos los árboles de la Porta do Sol hay un aparcamiento