El ave que «tuitea» su viaje desde África a la Alameda

Antón Lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO CIUDAD

Pablo Teijeiro

La rapaz nocturna más pequeña de Europa se repone de su epopeya de mil kilómetros en los árboles del parque vigués

08 jun 2015 . Actualizado a las 11:48 h.

Chequeo al medio ambiente los AUTILLOS O «mouchos das orellas»

Alameda de Vigo, sábado noche. Nuestros amigos Pocholo y Borjamari disfrutan de un refrigerio en una terracita, cosa que se agradece cuando deja de apretar el calor. Suena un agudo «tuíp tuíp, tuíp tuíp» y nuestros héroes, con la destreza propia de los años de práctica, desenfundan rápidamente sus móviles para leer el mensaje recibido, pero no hay tal mensaje. Al cabo de un momento vuelven a escuchar el aviso de llamada sin que sus 4G muestren nada. Caen en la cuenta de que el sonido llega desde arriba, concretamente desde los árboles, y se quedan perplejos pensando en quien puede estar buscando cobertura allá arriba entre la floresta. El gintonic se les derrama cuando comprueban que unos árboles más allá el sonido se repite.

En realidad nuestros protagonistas acaban, sin saberlo, de dar la bienvenida estival a uno de nuestros más fascinantes y enigmáticos visitantes: el autillo, o moucho das orellas, la más pequeña de las aves rapaces nocturnas de Europa. Acaban de llegar de un largo viaje desde sus cuarteles de invierno, a donde regresarán a finales de septiembre. Intenten imaginarlo en sentido inverso, partiendo desde Vigo, cruzando toda la península hasta Andalucía, saltando el estrecho de Gibraltar, enfrentándose nada menos que a la odisea de atravesar el desierto del Sahara y llegando a su destino en el centro de África. Dos continentes y el mayor desierto del planeta por medio; lo que sería una epopeya a escala humana protagonizada por un bichito de apenas cien gramos de peso y veinte centímetros de longitud.

Las cifras de volumen y tamaño son engañosas, pero para que se hagan una idea de hasta que punto son pequeñines piensen que en la palma de la mano se nos podrían posar media docena de autillos, y sin apretarse. Andan ahora con sus amoríos y sus disputas territoriales, por eso se les escucha con frecuencia estas noches en distintas zonas de Vigo con preferencia por las áreas forestales, por eso su límite de distribución urbana termina en las islas de Castrelos, Castro y A Guía, pero en contra de todas las previsiones al menos una pareja mantiene obstinadamente su ocupación en la Alameda. Ni sabemos ni podríamos decir en que árbol concreto, pero con toda probabilidad siguen usando como nido el último e inaccesible agujero de algún pájaro carpintero abandonado hace décadas.

Mientras la Alameda se mantenga sin humanizar todo va bien para nuestros protagonistas. De la misma forma que es fácil escucharlas otra cosa sería verlas, pues a su condición nocturna y ser pequeñitas, que no facilita la cosa, se suma su plumaje, un prodigio del mimetismo que las confunde perfectamente con su entorno y es una estrategia fundamental para su supervivencia.

Hablar de aves rapaces nocturnas suena muy impresionante, pero con semejante tamaño ya se imaginarán que los autillos no representan un especial riesgo para la seguridad ciudadana, más bien todo lo contrario, deberíamos considerarlos interesantes aliadas a conservar, además de su condición lógica de especies protegidas, que la tienen.

Su dieta se compone fundamentalmente de insectos y polillas nocturnas a las que se dedican a dar caza con fruición, pues el tiempo apremia. Pondrán a finales de junio entre 3 y 6 huevos, que incubará (ella) durante un mes cuando nacerán sus polluelos que necesitarán a su vez otro mes más para abandonar el nido, los que sobrevivan, y estos pequeñines tendrán apenas unas semanas para alimentarse y fortalecer sus músculos antes de su migración hacia el sur de seis mil kilómetros. No me negarán que tienen mucho mérito estos valientes bichitos.