«Sin el mar no podría vivir»

m.torres / a.martínez VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

El artista prepara varias exposiciones en Galicia, Francia y Argentina

13 abr 2015 . Actualizado a las 11:35 h.

Xavier Magalhaes (Pontevedra, 1953) le debe a Laxeiro buena parte de lo que aprendió como artista. Tenía 17 años cuando sus inquietudes pictóricas le empujaron a querer formarse en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Pero un día Laxeiro le preguntó qué iba a aprender en esa escuela que no fuera a conocer y practicar en su propio taller. Había visto en aquel joven un talento especial y no lo quiso dejar escapar. Y así fue como Xavier Magalhaes se estableció en Vigo e inició una etapa de aprendizaje que se prolongó hasta la muerte del maestro. A pesar de haber nacido en Pontevedra, ante todo se considera un vigués de corazón, porque fue «en esta ciudad que exhuda por los cuatro costados donde tuve mis grandes momentos, pero también mis grandes desdichas», afirma.

Y entre los momentos felices está esa relación con su maestro, quien le enseñó, sobre todo, a encontrar su propio camino. Le animó a no cometer laxeiradas, a encontrar su propia identidad a través del trabajo y la disciplina, aspectos que considera fundamentales en el proceso de creación artística. «Si por cualquier razón falto una temporada larga de mi estudio, después puedo tardar cinco días en volver a coger el punto», afirma. Y su camino es el del expresionismo, sin llegar a la abstracción. En sus obras le gusta lanzar un guiño al espectador, para que logre introducirse en su obra. «Un cuadro no tiene razón de ser si no se dialoga con el espectador», afirma. Sus obras son como un diario, un reflejo de la situación anímica en la que se encuentra y que siempre plasma en el lienzo «sin ningún rubor, sin ningún miedo», remarca.

Todo artista que quiere vivir de su talento es también una especie de fabricante de cuadros que busca una salida comercial a sus obras para poder obtener unos recursos en este mundo en el que impera la ley del mercado. Y la crisis económica arrastrada durante los últimos años ha castigado mucho a los artistas. «Si no hay para pollo, menos para estampitas», bromea. En su opinión, la recesión ha hecho desaparecer a la clase media, hasta el punto de que hoy en día pueda haber muchos coleccionistas dispuestos a pagar 5.000 euros por un cuadro, que personas que se gasten diez veces menos. Pero, al margen de la dictadura de la oferta y la demanda, Magalhaes no ha parado de dar rienda suelta a su desbordante creatividad. ¿Qué es pintar para él?. No un trabajo como un castigo divino, sino una continuidad de sí mismo, la respuesta a una necesidad casi tan básica como puede ser comer o beber. «Es un mal endémico que está dentro de ti y que se va a morir contigo porque un pintor no se jubila nunca, se muere con los pinceles en la mano», dice.

Su trabajo reciente más visible es el impresionante mural con el que rinde un homenaje a la mujer y que viste con colores de cemento pigmentado la fachada interior de la Pinacoteca. Además prepara una exposición en Lugo en la que mostrará un centenar de piezas y asistirá a la bienal de Corbera de Ebro, dentro de una muestra dedicada a los derechos humanos. Tras exponer en Toulouse regresará a Galicia para preparar un viaje a Buenos Aires, donde tiene previsto realizar una tirada xilográfica e ilustrar un atlas artístico, bajo el auspicio de la Universidad de Lanús. Volverá a cruzar su inseparable mar para mostrar su obra, como ha hecho tantas veces. Magalhaes reconoce que necesita vivir siempre al lado del mar y, por ese motivo, uno de sus rincones predilectos de Vigo es el puerto del Berbés.