«Conmemora el sacrificio de 330 de sus hijos que dieron su vida por España en la Cruzada. En bronce y granito del país, la ofrenda de Vigo a los caídos, es el más importante monumento de la ciudad». Los titulares de El Pueblo Gallego del 14 de septiembre son claros respecto a la simbología del monumento.
La cruz inaugurada aquel día por el dictador Francisco Franco estaba dedicada a los vigueses que, voluntaria o forzadamente, militaron en las filas franquistas y murieron durante la guerra civil. La prensa falangista incluso recordaba aquel mismo día la procedencia parroquial de los 330 vigueses fallecidos en el bando nacional. 33 eran de Teis; 17, de Cabral; 19, del Sagrado Corazón en el Areal; 83, de Santiago el Mayor; 50, de Santa María; 27, de Bouzas; 15, de San Andrés de Comesaña; 18, de Coruxo; 4, de San Miguel de Oia; 20, de Valadares; 11, de Castrelos; y 18, de Freixeiro.
Hasta hace poco, las paredes exteriores de las iglesias parroquiales viguesas recogían los nombres de sus respectivos fallecidos.