«Una aberración, un disparate, un desastre, una vergüenza, un ataque para adultos y niños». Así de contundente se muestra Beatriz, una veterana residente de la isla. «¿Pero dónde se vio tal cosa? ¡Los perros sueltos a las siete de la tarde! Un día va a pasar una desgracia y a ver quien se hace responsable», predice. Otra vecina se queja de que en la entrada de la playa haya un cartel que reza «prohibido perros», pero que no se cumpla tal mandato.
«Pagamos impuestos igual que el resto, ¿por qué tenemos que sufrir los caprichos de la concejala?», se lamenta una tercera residente. «Cuando sube la marea, suben los excrementos que dejan los perros y las mariscadoras están furiosas porque no pueden vender su material. Fueron las que más lucharon el año pasado para impedir la habilitación y este año lo vuelven a sufrir», añade. «El alcalde promete muchas cosas que luego no cumple. Le interesan más los animales que las personas».