La ría se convierte en refugio para las aves

Antón Lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO CIUDAD

Este ara se dirigía el pasado miércoles hacia una mancha de gasoil en las proximidades de la ETEA.
Este ara se dirigía el pasado miércoles hacia una mancha de gasoil en las proximidades de la ETEA.

Gran número de pájaros marinos reponen fuerzas en la bahía antes de continuar en sus rutas migratorias

16 feb 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

El temporal nos trae carabelas, que algunos llaman «medusas asesinas». La denominación asusta, y esperemos que no degenere en una «medusofobia» general. Que no cunda el pánico, aunque muchas especies de medusas son inofensivas o producen efectos leves siempre es mala idea tocarlas, y en el caso de las carabelas es una idea fatal porque efectivamente son muy peligrosas. No lo hacen por fastidiar, solo es su forma de paralizar a sus presas para poder alimentarse. Tristemente, como documenta cumplidamente el Cemma, son también frecuentes los varamientos de cetáceos y tortugas.

Afortunadamente otras visitas son más amables. Estas semanas gran número de aves marinas se adentran en nuestra ría para refugiarse de los temporales y reponer fuerzas antes de continuar viaje. Se trata en muchos casos de aves pelágicas, que pasan la mayor parte de su vida en alta mar, por eso no es frecuente verlas cerca de tierra, y nos hemos encontrado muchas visitas sorprendentes.

Confieso que pegarse un madrugón dominical, y con temporal, porque los amigos ornitólogos te sacan de la cama para comprobar si tal bicho está posado en Ramallosa (y que uno no distingue de los cuatrocientos bichos que tiene al lado) obliga a cuestionarse escoger mejor las amistades, pero quien pudiendo tener amigos fontaneros, por ejemplo, que sería más práctico, los tiene en cambio pajaritólogos, hoy toca una pequeña crónica de algunas de las bellezas únicas que estos días nos visitan en la ría.

Anímense a disfrutar del espectáculo y de paso reconocer el esfuerzo de la SEO, la SGO y Anduriña entre otras organizaciones de estudio y defensa de las aves. Parece que las gaviotas ocupan todo, y casi, pero el ojo experto descubre entre las patiamarillas y las cabecinegras a sus primas, las gaviotas tridáctilas, las reidoras, la cana, la enana, el enorme gavión, la hiperbórea y sorprendentemente una gaviota de Ross, nada menos que nueve especies distintas ante nosotros, con orígenes tan diversos como el ártico o el mediterráneo y todas ellas avistadas entre Nigrán y punta Balea, en Cangas.

Despistada entre las elegantes garcetas, con su inmaculado plumaje blanco, nos sorprendió alguna espátula cerca de San Simón, junto a un numeroso grupo de barnaclas, parecidas a gansos que llamaban la atención por su gran tamaño comparado con los patos que pasan allí el invierno a centenares: ánades, negrones, silbones etc. No faltan a la cita las pardelas baleares y los colimbos árticos y chicos, siempre nadando y evitando el contacto con la gente. Algún págalo grande, como una pardela gigante, anda estos días entre Cíes y Baiona. Si la suerte nos acompaña podremos ver el vuelo majestuoso del águila pescadora, incluso cruzándose con un águila calzada cerca de Vigo.

Por la costa se afanan los ostreros, como su nombre indica dándose al marisqueo con su largo y fuerte pico rojo, acompañados por los pequeños correlimos, siempre con prisa. Como suele suceder en caso de temporal también se internan en la ría las rechonchas alcas y los frailecillos, con su pico multicolor, parecidos a pequeños pingüinos, aunque no tengan nada que ver con ellos. Por no mencionar al simpático arao juvenil que el miércoles nadaba feliz por Teis y que excepcionalmente (jamás se debe molestar a las aves) fuimos a espantar porque se dirigía directamente al vertido de gasoil. Y todo esto, junto con docenas de especies más frecuentes que podemos ver solamente en la costa.

Lo deseable, como buenos anfitriones, sería brindar a estas invitadas un alojamiento lo más confortable posible, pero tristemente no ocurre así. Cada invierno comprueban que la superficie natural de nuestra ría es cada vez menor, y donde antes encontraban buen alimento y cobijo se encuentran ahora paseos marítimos, chalets y hoteles, carreteras, rellenos, puertos deportivos y comerciales y de regalo algún vertido contaminante. Nuestras plumíferas visitantes temporales quizás no comprendan como nuestra especie todavía no es consciente de que lo mismo que las extingue a ellas nos amenaza a nosotros mismo.