María se emancipó a los 58

VIGO CIUDAD

Desde que nació, la acompañan una parálisis cerebral y una enorme energía. «Los médicos decían que a los 7 años me moriría, ahora tengo 62 y aún estoy viva»

18 dic 2009 . Actualizado a las 10:55 h.

No camina. No habla bien. Le cuesta mover las manos y se cansa mucho. Pero María es libre. Lleva años siéndolo. Hace solo cinco años, dejó a los jueces y fiscales boquiabiertos. Acababa de morir su madre, con la que había vivido toda la vida. Y María Garrido (Bembrive, Vigo, 1946), con parálisis cerebral desde que nació, se quedó sola. Dada su discapacidad, la Justicia consideró oportuno nombrarle un tutor.

Visitaron su casa. La mujer saltaba de la silla de ruedas y subía las escaleras de rodillas, podía bañarse sola, cocinar sola, moverse, coser... Era independiente. A la Justicia, atónita, se le cayeron las dudas y descartó nombrar un tutor. María contaba entonces 58 años y pudo vivir sola por primera vez en su vida. La experiencia solo duró un año, porque luego enfermó del pulmón y varias veces al día necesita conectarse a una bombona de oxígeno. Pero pudo emanciparse y eso fue un sueño. «Fue tan bonito...».

La historia de María Garrido ya había sido intensa desde el principio. Ella la cuenta así: «Nací el 2 de abril de 1946 en Vigo, con una parálisis cerebral. Antes no había los adelantos de hoy y lo que hicieron fue ponerme unas corrientes que me quemaron la piel. Los médicos decían que a los siete años me moriría, ahora tengo 62 y aún estoy viva».

Así arranca el libro El mundo hecho a mano , que la Asociación de Familias de Persoas con Parálise Cerebral (Apamp) presenta hoy a las 20.00 horas en el Verbum y que ya se puede comprar en la librería del Marco (Plaxio) y, pronto, en otras. Es un collage de fotos y testimonios de usuarios de Apamp, una asociación que lleva más de 30 años promoviendo la independencia de las personas con parálisis cerebral. Actualmente tiene 75 usuarios.

La veterana es María Garrido. «Siempre fue una mujer muy activa, se apuntaba a todas las excursiones y actividades. Sabe hacer encaje de bolillos, punto de cruz, borda...», recuerda Concha Somoza, de la asociación. Pero los enfermos de parálisis cerebral no siempre tuvieron esas oportunidades.

A María le tocó lidiar con una época difícil, en la que no era más que «un trapito», como dice ella. «Mi padre quería que me operaran de los pies. El médico no quiso. Le dijo a mi padre que no me operara porque me iba a morir pronto». Todo ha cambiado, dice, y ahora los doctores se desviven por entenderla. Nada que ver con el momento de su nacimiento, cuando se quedó sin aire y la daban por muerta.

Nadie daba un duro por el trapito. A pesar de no poder andar, en toda su vida no ha dejado de moverse. Ya de niña, su padre adaptó unas ruedas a una silla de mimbre y se pasaba los días en la tienda del barrio. Ahora tiene una eléctrica que le ha cambiado la vida, porque le permite mayor autonomía. Pero su vida ya había cambiado para siempre hace décadas, cuando entró en la asociación Auxilia, el germen de la actual Apamp. «Me lo pasé muy bien, me apuntaba a todo», cuenta.

«De niña solo era un bulto. Aún lo soy», dice, a bocajarro. Y se ríe.