El único puerto del mundo que trata sus propios desperdicios

Marina Chiavegatto

VIGO CIUDAD

Solo Vigo consigue arrebatarle una plusvalía a los restos de pescado

05 jul 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Para los que siempre pensaron que la única función de la espina del pescado era meterse en nuestras gargantas y hacernos toser durante toda la comida, aquí viene una buena noticia: en el puerto de Vigo existe una empresa que transforma esas malditas espinas en material para reconstruir nuestras muelas cariadas.

La empresa se llama Dilsea y, además de proponer un destino noble para las espinas, también trata los otros subproductos de pescado, sacándoles un valor añadido. Los cartílagos se pueden transformar en medicinas para curar problemas articulares, los caparazones de marisco en produtos para el tratamiento de quemadura y cirugías de cataratas y la piel del tiburón, en gelatinas apropiadas para la alimentación de los que no pueden comer cerdo.

«Somos la única empresa del mundo que se dedica a aprovechar todo el subproducto de pescado que genera la actividad portuaria y lo hacemos en el propias instalaciones del puerto para que se saquen productos mejores y de forma más rápida», explica María Domínguez, técnica de Dilsea.

Diez toneladas. Ese es el volumen total de desperdicios que el puerto de Vigo produce a diario. «Están colocados en las distintas plantas decenas de contenedores en los que los trabajadores pueden colocar sus desperdicios. Nosotros a lo largo del día los vamos recogiendo y sustituyendo por contenedores vacíos».

La gran mayoría de estos desperdicios son transformados en harina de pescado. Una vez obtenida la harina, Dilsea la exporta para una empresa portuguesa que fabrica piensos para acuicultura.

En el mismo proceso de transformación de la harina se produce también el aceite de pescado: «En el prensado se libera una mezcla del aceite con agua y proteínas. Lo centrifugamos para poder separar sus componenes y extraer el aceite. Las proteínas las reincorporamos a la harina». Una vez terminada la centrifugación, el aceite es envasado y enviado para la empresa compradora del producto que analiza su calidad para decidir si este será utilizado como complemento para piensos o para pinturas y jabones. «Se lo vendemos a una empresa de Mos y la verdad es que nos dicen siempre que nuestro aceite es muy bueno», garantiza María Domínguez. Y la razón es obvia: «El hecho de que usamos pescado fresco y de que los tratamos en el momento y de forma muy poco agresiva influye mucho en la calidad final».

De pescado a harina

¿Y cuánto tiempo puede llevar el proceso de transformación de los restos de pescado en harina? «Desde que sacamos el producto del contenedor hasta que sale del harinero, suelen pasar aproximadamente cuarenta minutos», explica la técnica de Dilsea. «Este período de tiempo incluye el triturado, cocción, prensado y deshidratación», añade.

De media, la empresa produce cerca de dos toneladas de harina de pescado a diario lo que, explica María Domínguez, es un tope mejorable: «Deberíamos producir más y más rápido, pero para eso había que duplicar turnos».

La técnica justifica estas cifras explicando que, como el pescado está constituido en cerca de un 80% por agua, solo se saca un rendimiento del 16% para la harina y un 0,04% para el aceite.