Eiravella, el encanto ingenuo

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VIGO CIUDAD

CONTRASTES

18 oct 2005 . Actualizado a las 07:00 h.

DE nuevo expone su obra el artista total que es Juan Otero, conocido por su seudónimo de Eiravella. Recién superados los 70 años, el escultor y pintor de Portas, de aldea que le ha dado nombre artístico, sigue en su línea de inefable ingenuidad, que le emparenta con el románico más primitivo y angélico, sin perder su condición de expresionista rabiosamente actual, porque sabe combinar tradición y modernidad para ser al fin un plástico inconfundible. Eiravella talla la piedra como los ancentros que trabajaban a las órdenes del maestro Mateo o, acaso mejor, como los que dejaron por los caminos de Galicia esos cruceiros y petos de ánimas donde están las más hermosas raíces del alma gallega eterna, imperecedera. Sus soles tienen rostro, son niños tienen cara de luna y sus escenas populares parecen arrancadas de una «panxolina». Tanto, que si acercamos a ellas el oído, al tiempo que las contemplamos, nos parecerá que tienen música de villancico, ritmos de pandero y melodía de gaita. Ahora es Compostela la ciudad que goza del arte de Eiravella, ayer en Vigo y antes por España y el mundo adelante. Porque es un clásico, e imprescindible en cualquier repertorio de arte contemporáneo gallego, por exigente que fuere, y ha sido aplaudido mucho más fuera que dentro de Galicia. Mas él no tiene prisa. Su gran entidad física, tan grande, ancha y abierta como su alma, sigue dándole a los cinceles y concibiendo humanizaciones del Camino, para que las estrellas sean seres de un bestiario irrepetible y los peregrinos suban a las estrellas y camien por allí. Bendito y angélico Eiravella, artista nato y perdurable.